«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Ordo caritatis

14 de marzo de 2022

Como no soy un experto en geopolítica, leo con atención y avidez los análisis que se hacen de la guerra de Ucrania, incluyendo los equidistantes y hasta los vergonzantemente partidarios de la invasión rusa y los descarados. De todos aprendo mucho. Gracias. De paso, he detectado un curioso vacío analítico. 

Apenas hay artículos que analicen el conflicto desde la perspectiva prioritaria del interés de España. Desde luego, en las conversaciones a pie de calle se deja sentir esa ausencia. Están los que hablan de los derechos humanos, y yo me quito el sombrero. Los que enfocan el asunto desde el vulnerado respeto a la soberanía nacional de Ucrania, y yo asiento con hondas cabezadas. Los que nos explican los derechos históricos de la Unión Soviética, y yo me pregunto por qué no valen lo mismo o más los derechos históricos del Imperio Austrohúngaro. He leído y oído análisis sobre el interés de Estados Unidos, del de China, del de Alemania, del de Argelia incluso.

Vale, pero ¿y del de España? Por favor, entiéndaseme bien. Donde estén los derechos humanos a la vida y a la paz que se quiten otros intereses; pero en un mundo tan complejo, aunque jerarquizándolos, hay que ponderarlos todos. Y tanto el orden de la caridad que propugnaba Santo Tomás de Aquino como el realismo político que practicaba don Diego de Saavedra Fajardo nos deberían instar a dar un sitio en nuestras perspectivas y sentimientos los intereses de nuestro país.

Tenemos que pensar delicadamente en qué conviene a España, aunque no sea una súper potencia

Quizá estemos ante otro síntoma más del decaimiento del espíritu nacional. Se podría objetar que somos un actor muy secundario en todos los eventos mundiales, y ni yo, a pesar de mi condición de español incorregible y a machamartillo, lo voy a negar. Pero sí recordaré a Chesterton que subrayaba que los romanos no amaban a Roma porque fuese grande, sino que fue grande porque los romanos la amaron. O sea, que tenemos que pensar delicadamente en qué conviene a España, aunque no sea una súper potencia.

Nos urge la independencia energética, la inversión en Defensa y algo de lo que Ucrania nos está dando una lección magistral: la moral y el patriotismo de la población civil

A España le interesa, por supuesto, aprender la lección ucraniana viendo arder las barbas del sacrificado país eslavo. O sea, que la solidaridad internacional llega donde llega (no muy lejos) y que todo país soberano tiene que ser capaz de defenderse a sí mismo por la cuenta que le trae. Un rabillo del ojo debe mirar al Este y otro al sur, a la frontera con Marruecos, para no perder la visión estereoscópica, que es la estratégica. Nos urge la independencia energética, que se está revelando como la clave de los conflictos actuales; la inversión en Defensa y algo de lo que Ucrania nos está dando una lección magistral: la moral y el patriotismo de la población civil.

Tras tomar nuestros apuntes, sobre el conflicto en sí mismo, a España le interesa una Europa fuerte, pues es la entidad internacional de la que formamos parte. Si Rusia ridiculiza a la Unión Europea, nos ridiculiza en parte alícuota. Hay mucho masoquismo implícito en algunos análisis.

Eso, en general. Para los que somos conservadores, además, la extensión de la Unión Europea hacia el Este equilibra fuerzas espirituales y concepciones políticas. Sabemos y estamos viendo que son países profundamente cristianos, que saben en sus propias carnes qué es el comunismo y qué es la falta de un Estado de Derecho y de libertad. Vienen de tiempos duros que han hecho hombres fuertes. Que el centro de gravedad de Europa se desplace de Bruselas hacia Polonia y Hungría, gracias al contrapeso muy europeísta de Ucrania, Georgia o Moldavia sería muy de aplaudir.

Lo importante es que tanto Europa en general, como España, en particular, sepan defender sus propios intereses, y aplicarse sus moralejas internas

La lección de realismo político que estamos recibiendo no podemos permitir que nos la difuminen con demagogias mediáticas. La capacidad de sacrificio de Ucrania debe de ser un modelo inspirador. Que Alemania, con lo que pesa Alemania, haya decidido doblar (¡doblar!) su inversión en Defensa y replantearse la energía nuclear ya es un cambio de tendencia histórica. Los preparativos defensivos de Suecia y Finlandia también cambian el tablero de la ingenuidad en el que veníamos obcecándonos.

Naturalmente que Rusia tiene sus razones, y China sus intereses ladinos, y Estados Unidos juega sus bazas. ¿Qué nos creímos? Lo importante es que tanto Europa en general, como España, en particular, sepan defender —además de las vidas de todos y el Derecho Internacional— sus propios intereses, y aplicarse sus moralejas internas. 

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