«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Pablo, hijo de Mariano

11 de diciembre de 2014

Pablo Iglesias era asiduo de esos bestiarios conocidos como herriko tabernas, y ni siquiera se molestaba en disimular la coincidencias de su planteamiento político y el de la serpiente. Por eso no parece una pregunta extemporánea saber si se alegra de esta nueva fase de la amnistía progresiva que está promoviendo el PP para los etarras más sanguinarios. En realidad lo único extraño es que un personaje así aparezca en la televisión pública, mientras las víctimas del terrorismo siguen silenciadas, porque molesta mucho oír su testimonio a la vez que se ven las imágenes de sus enemigos en la calle. Pues nada, en vez de escuchar a los que han sufrido por la libertad de todos -y que ahora se sienten apuñalados por el poder- continúa el monotema de profesor Iglesias, que es el que pretende quitarnos a todos la libertad, y su rostro y sus propuesta inundan la prensa y las televisiones. Es cansino, pero necesario en esa vieja táctica revolucionaria que se basa en la repetición como método de imposición. Como decía Edén Pastora de los sandinistas: “no es tanto lo que jodéis, sino lo seguido”

El soviet supremo de Podemos ya presiona e intimida a la prensa con su implacable ejercicio de la manipulación, esa asignatura obligatoria para todos los cachorros comunistas. Atacan a los tertulianos o entrevistadores que no se muestran lo suficientemente sumisos con la misma vehemencia que utilizan los ultras futboleros, como si no se pudiera hablar del tocomocho de Errejón, o de los dineros que han cobrado por asesorar a regímenes totalitarios sugiriéndoles prácticas estalinistas. Niegan las evidencias con el descaro de un carterista profesional, y arremeten contra los denunciantes con maneras de pachones de gorro frigio, identificando a cualquier crítico con un enemigo del pueblo y la democracia, que estos dos son los primeros conceptos que han expropiado para incorporarlos al monopolio de su dialéctica. Lo decía Gregorio Marañón, desencantado: “lo más irritante de los rojos es esa constante mentira” y no era una crítica, sólo la descripción de una estrategia muy primitiva que consiste en supeditarlo todo a la conquista del poder, así que por las cunetas podemistas ya se pueden observar los restos semienterrados de la verdad, las libertades, los derechos fundamentales y, más pronto que tarde, de algún adversario político. Ellos les llaman, directamente, enemigos.

Por supuesto la revolución en marcha -como todas- recibe la energía de la incapacidad del poder. Quien creyó en Soraya Saénz de Santamaría como la persona adecuada para pilotar estos años, ha hecho más por Podemos que todo el dinero venezolano o iraní. Y el que lo creyó fue don Mariano. Después de rendirse ante ETA, de aceptar la liquidación de las clases medias como nuevo modelo económico, o de mostrarse más allá de lo pusilánime frente a la sedición separatista, el último legado que nos prepara el marianismo es convertir una opción leninista en verdadera alternativa de gobierno. Podemos es tan hijo de Rajoy como Bárcenas.

 

 

 

 

 

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