«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

Pactos de nuestro siglo

28 de febrero de 2025

Tripartito en Austria y gran coalición en Alemania. Feijoo nunca ha tenido mayor coartada para hacer lo que siempre le ha pedido el cuerpo: gobernar con el PSOE. Los vientos bipartidistas que soplan al norte son favorables a los intereses del gallego salvo por un pequeñísimo detalle, apenas minucias, nada menos que quitarse a Sánchez de encima. Sin embargo, no resulta una tarea imposible cuando tantas orquestas mediáticas llevan años interpretando la partitura del sanchismo malo, PSOE bueno. Y Feijoo suelta que de joven votó a Felipe González, confesión que hasta los más ingenuos digieren sin pizca alguna de inocencia.

Los cambios requieren su tiempo y tal posibilidad es despreciada por quienes siguen asomándose a la política del siglo XXI con las gafas sin graduar. ¿Cómo van a pactar PP y PSOE con las cosas tan graves que se dicen en el parlamento? Antagonismo en las formas, mas no en las ideas.

Serán los historiadores y politólogos quienes digan con exactitud al estudiar nuestra era cuándo murió el eje izquierda-derecha. Acaso en 2016 con las sorpresas del Brexit y la victoria de Trump o quizá ocurre ahora por el acercamiento Washington-Moscú y el formidable suicidio de la UE que, en contra de lo que sostiene Trump, no nació para fastidiar a su país, sino todo lo contrario. Bruselas ha interpretado a la perfección el papel subsidiario del imperio yankie, por eso nos acordamos del viejo De Gaulle cuando advirtió de que embarcarse en un proyecto transatlántico conllevaría la pérdida de soberanía.

Nadie escucha a los profetas y mucho menos Pablo Iglesias, al que Verstrynge explicó los peligros que la inmigración masiva supone para los trabajadores autóctonos. Podemos eligió a la patronal y los puntos violetas con el resultado por todos conocido. Porque, ¿alguien ha visto alguna vez a una patronal oponerse a la inmigración masiva? No lo hicieron, desde luego, cuando Merkel lanzó el Welcome refugees para acoger a un millón de sirios en 2015. Sorpresa: la patronal alemana planteó la eliminación del SMI.

Diez años después el despertador de la historia suena en Alemania. AfD no es sólo la alternativa al bipartidismo, sino la confirmación de que la inmigración no es la cuestión esencial que explica el éxito de las derechas soberanistas. AfD es la primera fuerza en la Alemania del Este, donde la inmigración representa apenas el 5 ó 6% de la población mientras que en el Oeste el porcentaje se dispara al 20%. Desde Trump a Le Pen o del Brexit a Alemania, todas estas fuerzas tienen en común que representan a los perdedores de la globalización. Los trabajadores abandonados por la desindustrialización, la deslocalización, la precariedad laboral y la caída del poder adquisitivo.

Nada explica mejor la implosión del eje izquierda-derecha que las causas de los votantes para impulsar este cambio de paradigma. Trump arrasa en las ciudades menores a 250.000 habitantes y Le Pen en las zonas rurales. Los verdes y la izquierda podemita alemana —morralla sesentayochista— muerden el polvo en la antigua RDA mientras que la izquierda no progre, BSW, obtiene allí sus mejores resultados por delante de ambas. 

El pasado verano Francia celebró las legislativas y Macron entregó el parlamento a Melenchón, histórico abrazo entre el gran capital y la extrema izquierda islamizada. ¿Qué une a fuerzas tan dispares? Bardella habló de «coalición contra natura», pero en realidad esa natura ha mutado porque la dicotomía derecha-izquierda ha dado paso a la de globalistas contra patriotas. La Francia Insumisa de Melenchón va de la mano del islam, aparente contradicción resuelta por el objetivo común de destruir la identidad francesa y, por ende, la europea. Nunca olvidaremos que durante la celebración de aquella victoria no había ninguna bandera francesa en la plaza de la República de París. Bueno, había una que decía «Francia es de los inmigrantes».

Estas son las alianzas que se conforman en nuestros días. No conviene llevarse luego las manos a la cabeza si en España gobierna una gran coalición, sobre todo porque si hay un partido al que le obsesiona homologarse perrunamente a Europa ése es el PP.

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