-
La banda terrorista ETA quiere revestir de respetabilidad la entrega de algunas armas utilizando toda la escenografía posible, desde unos “observadores internacionales” fantasmagóricos que han venido cobrando pingües retribuciones, hasta palabras biensonantes como proceso de paz, pasando por referencias irlandesas o elección de algún lugar que llaman “emblemático” en esta pantomima. Según ha podido confirmar LA GACETA, el desarme tendría lugar en vísperas de las fiestas navideñas. Todo parece indicar, pues, que los asesinos se disponen a cumplir su parte de los acuerdos que dicen haber pactado con el Gobierno del funesto Rodríguez Zapatero, y sobre los que recaen vehementes sospechas de haber sido recogidos por el Gobierno de Mariano Rajoy.
La sucesión de los hechos hace, cuando menos, verosímil esta versión del llamado fin de la violencia, que tanto Rajoy como los socialistas y los nacionalistas se empeñan en denominar “derrota de ETA”, por si esta manera de hablar causase algún efecto benéfico en las víctimas del terrorismo. Porque éstas lo que ven es que, por unas u otras causas, el hecho es que los terroristas van saliendo de la cárcel y son recibidos en sus pueblos con cohetes, vítores y hasta, en algún caso, repique de campanas. Eso sí, bajo la “atenta vigilancia” del Gobierno, que por lo visto no ha apreciado hasta ahora que se produzca exaltación del terrorismo o menosprecio de sus víctimas. Todo esto produce una inevitable sensación de repugnancia que, en lugar de apaciguar los ánimos, sólo consigue acentuar la indignación y el desaliento de padres, viudas y huérfanos de los que ya nunca volverán a estar entre nosotros.
Si el Gobierno de Rajoy quiere, al menos, ofrecer una muestra, por débil que sea, de que sus protestas de apoyo a las víctimas no son mera palabrería, y que las excarcelaciones no eran la parte que el Gobierno de España tenía que cumplir, podría convertir en ley la llamada doctrina Parot. Contra lo que repiten los medios con machaconería digna de mejor causa, el Tribunal de Estrasburgo –que es incompetente para ello– no la derogó, sino que se limitó a declarar su aplicación retroactiva no conforme con los convenios suscritos por España en materia de derechos humanos. No se entiende que la doctrina Parot siga sin incorporarse a la legislación, puesto que, “derrotada” la banda ETA, su aplicación sólo afectaría a los que delinquieran a partir de ahora, que serían los violadores, los asesinos y los multidelincuentes al margen de la actividad terrorista con largas penas por cumplir. A no ser, claro está, que permanezca el temor de que los “derrotados” no lo estén tanto, y vuelvan a las andadas si sus pretensiones políticas totalitarias no encuentran paso franco.