El pasado día 14, el actual director de la CIA, William Burns, afirmó que “dado el grado de desesperación del presidente Putin y del liderazgo militar ruso, dado los contratiempos que han sufrido hasta ahora, nadie puede tomarse a la ligera la amenaza sobre un posible empleo de armas nucleares tácticas o de baja potencia”. Como es lógico, los medios de atemorización de masas en lo que se han convertido televisiones, radios y redes, se lanzaron a exponer los daños catastróficos de una bomba atómica. Hasta un periódico de tirada nacional español, sacó un suplemento dominical con los daños que una bomba nuclear causaría si su objetivo fuera Madrid. Al mismo tiempo, todos los creyentes en la destrucción mutua asegurada corrieron a negar la posible escalada atómica porque nadie en su sano juicio, incluido Putin, se arriesgaría al suicidio mutuo por una región de Ucrania.
Yo ya he escrito en estas páginas que, de momento, no veo en Rusia la necesidad de recurrir a un arma que durante décadas ha sido tabú, al menos en el mundo occidental. Aunque no siempre fue así. Recordemos, por ejemplo, el libro de Herman Kahn Pensar lo impensable, de 1962, donde se defendía que una guerra nuclear era pensable y que el control de la escalada era posible, evitando así el suicidio mutuo. Años más tarde, por poner otro ejemplo, otro analista, Colin Gray, argumentaba en la Victoria es posible que vencer una guerra nuclear era imaginable y posible, si se empleaban las armas y la estrategia adecuadas.
Tanto Putin como Zelenski están convencidos de que pueden salir victoriosos de esta guerra. Pero sólo uno de los dos puede ganar. Y sólo uno tiene armas nucleares
Con todo, la cuestión actual es: ¿se atrevería Vladimir Putin a bombardear nuclearmente Ucrania? Nos guste o no tenemos que aceptar que la respuesta es contingente, no hay un sí o un no categórico y permanente, sino que todo depende de las circunstancias. Repito, yo creo que ahora mismo a Rusia no le es necesario recurrir a una detonación atómica porque va ganando en lo que constituye su objetivo estratégico de esta fase de la guerra, el sur y este de Ucrania. Un arma atómica, aunque fuese táctica, no le aportaría ninguna ventaja. Al contrario, destrozaría un área que sí podrá usar cuando haya derrotado la resistencia del Ejército ucraniano en la zona. Y también hay que subrayarlo, por mal que le haya ido en su marcha sobre Kiev, las operaciones en el sur y este le van yendo bastante bien.
¿Por qué podría recurrir entonces al arma atómica? Dicho de otro modo, ¿qué tendría que pasar para que Putin viera en lo nuclear su mejor opción? Claramente, que la capacidad de resistencia ucraniana, alimentada por los países de la OTAN con sus sistemas de armas, inteligencia y entrenadores militares, le diera la vuelta a la tortilla y pusiera en peligro la victoria rusa en el este y sur de ucrania. Esto es, si Putin tuviera que enfrentarse a una derrota catastrófica, sus posibles dudas sobre autorizar el uso de la bomba nuclear se disiparían. Pero llegados a ese punto, no tiene por qué desencadenar un intercambio nuclear que destruyera el planeta: Rusia tiene armas tácticas por debajo de los 10 kilotones (la empleada sobre Hiroshima, para hacernos una idea) y podría hacer detonar una de ellas en un área poco poblada y sin interés. A modo de demostración, más que de venganza.
Si la casa Blanca se empeña en defender que lo que se necesita es no sólo una Ucrania soberana, sino también una Rusia más débil, nos estará acercando a un escenario nuclear real
¿Cómo reaccionarían los Estados Unidos y demás aliados de la OTAN? Es difícil saberlo, pero es bastante dudoso que recurrieran a un contrataque atómico. Tiendo a pensar que aceptaríamos crear una situación a la “coreana”, con una Ucrania del Oeste y otra del Este, pero se acentuarían las sanciones de todo tipo contra Moscú.
Lo bueno, no obstante, es que mientras Putin crea que puede ganar, es difícil que se plantee el uso del arma atómica. Lo malo es que, por el momento, tanto él como Zelenski están convencidos de que pueden salir victoriosos de esta guerra. Pero sólo uno de los dos puede ganar. Y sólo uno posee un arsenal de bombas atómicas.
La estrategia occidental de ralentizar la victoria de Putin para forzar a Moscú y a Kiev a negociar sólo ha producido, de momento, una escalada retórica y un enquistamiento de las conversaciones. Sólo cuando se consoliden las posiciones de unos y otros sobre el terreno, la negociación se volverá más pragmática. Pero si la casa Blanca se empeña en defender que lo que se necesita es no sólo una Ucrania soberana, sino también una Rusia más débil, nos estará acercando a un escenario nuclear real. Tal y como la venganza e intransigencia de las potencias ganadoras de la I Guerra Mundial llevaron a la Segunda.