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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las pensiones pitagóricas

8 de diciembre de 2013

El maestro Pitágoras entendió con claridad que una parte muy importante del saber humano residía en los números. Desde su punto de vista, el amor al conocimiento (Filo, Amor y Sophia, conocimiento) debía entenderse como una parte de la naturaleza de las cosas y, así, se puso a catalogar los números que observaba en la vida real, por ejemplo la diferencia entre los bípedos (dos patas) y los cuadrúpedos (cuatro patas), y así hasta llegar a animales que poseían hasta cien patas, lo que no era poco contar para aquellos tiempos.

Llegó Pitágoras a la siguiente conclusión: “Todos los seres del universo son formulables matemáticamente”. Desde ese momento todos los hombres somos números y así nos ve la Santísima Hacienda Nacional, que se dedica a separarnos en categorías numéricas tales como los contratados, los parados y los pensionistas. Las pensiones, según el Gobierno, han subido o lo van a hacer para el 2015, casualmente un año en el que se celebran elecciones. Y la subida de esas pensiones, que se suponía que iba a ser sólo del 0,25, podría alcanzar hasta el 0,50. Aleluya, aleluya, ya que el 0,50 de, pongamos, 600 euros, eleva la cifra a 3 euros: menos que una barra de pan.

Por supuesto que un experto como él en catetos e hipotenusas no se dejaría engañar por los números del Ministerio de Trabajo que dice que las pensiones suben cuando verdaderamente bajan.

El problema de la antigua sabiduría matemática es que ni los griegos ni los romanos conocían el 0. Empezaban a contar a partir del 1, puesto que la nada era para ellos inexistente. La invención del 0 fue sin embargo enormemente decisiva porque gracias a ella pudieron descubrirse cosas tan importantes como que los ceros a la izquierda no sirven para nada, y los ceros a la derecha pueden sumar cantidades tan grandes como la deuda pública que acumula este país, que es, en números globales, casi inexpresable matemáticamente.

Las cosas no sólo pierden su valor, sino su precio, puesto que difícil será que la vida del 2015 no suba algo más que un 0,5% y es improbable que una subida superior de las pensiones se produzca después del periodo electoral.

Como bien sabemos, en ese mundo formulable a través de la trigonometría y el álgebra, las personas importan muy poco, apenas son una cofradía invisible de seres sin importancia. Pero cuando nos encontramos en la calle, esos números “formulables matemáticamente” se convierten en personas que comen, beben, tienen frío y necesitan usar la calefacción, van a ducharse y gastan agua e incluso, por qué no, necesitan salir a la calle vestidos y con zapatos. Nada de eso se compra con tres euros más, ni aunque les añadamos un 0 a la parte derecha, lo que ya supondría un pequeño alivio.

Entretanto, la gente no tiene dinero para champús ni colonias, que no se consideran esenciales, sino innecesarios en su uso común. La consecuencia es obvia: este país cada vez huele peor.

Si pensamos en las personas como si fuesen cosas, si nos movemos en la macroeconomía de los seres superiores con un intelecto pitagórico, como parecen ser los ministros Montoro y De Guindos, veremos cómo lo que supone que es un avance es en realidad un retroceso y que la dualidad de los números, par e impar, nos lleva a la situación de que cuando unos sólo ven las cosas en números imperfectos, los otros la ven con los perfectos números contables. El supuesto beneficio de 2,50 a 6 euros para las pensiones no da, evidentemente, para desayunar en el Hotel Ritz. Y de sobra saben nuestros políticos, pese a cobrar mucho más, que no se llega a fin de mes ni con 400 ni con 600 euros, por mucho que les añadamos el 0,5.

No es bueno engañar a la gente porque al final se enfada, ya sabemos que los sofistas daban disposiciones (“nomos”) que eran perfectamente artificiales. No provenían de la naturaleza de las cosas, sino de la voluntad de dominarlas y esclavizarlas. Si este país se resigna a ser un pueblo de esclavos, allá ellos, pero no aceptemos como verdad lo que tan evidentemente resulta una mentira natural y matemática. Pitágoras nos regañaría.

Volvamos a los clásicos que tantas cosas grandes nos enseñaron y leamos una frase marmórea de Zenón, discípulo de Parménides, que nos alertaba sobre el mundo ilusorio: “Todo cambio y todo movimiento no son más que ilusiones de la mente”. Que no nos ilusionen con verdades a medias y mentiras absolutas porque ya venimos desengañados de muchas otras palabras y números carentes de contenido pitagórico.

*Pedro J. de la Peña es escritor.

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