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Cada vez con mayores dosis de inverecundia, los fondos públicos de la Generalidad de Cataluña financian iniciativas no sólo dirigidas al resto de españoles, sino sobre todo al Gobierno, con objeto de provocar reacciones de hostilidad que justifiquen –es un decir– su tradicional victimismo. Esta política va desde la puesta en circulación del eslogan “Espanya ens roba” hasta abusos de poder en materia lingüística, pasando por coacciones del CAC a varios medios de comunicación indóciles al discurso dominante, como el último informe –es otro decir– contra el Grupo Intereconomía y otros.
La última provocación está enmarcada en los actos conmemorativos del tricentenario de la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión a la Corona de España, en la que la ciudad había tomado partido por el candidato de la Casa de Austria frente al de la Casa de Borbón. Se trata del llamado simposio “Espanya contra Catalunya, una mirada històrica (1714-2014)”. Desde la lección inaugural (“España y Cataluña, trescientos años de conflicto político”) hasta la de clausura (“La humillación como desencadenante de la eclosión independentista”), los títulos de las intervenciones dejan lugar a pocas dudas; por citar dos de ellos, he aquí “Represión militar: el ejército sobre el país” o “La apoteosis del expolio: siglo XXI”. Disfrazado de acto cultural, el tal simposio es una especie de mitin de propaganda separatista continuado sin otro objeto detectable que el suministro de material para el enfrentamiento dialéctico con el Estado y su uso en los medios de comunicación para el consumo de los sectores menos ilustrados de la sociedad. Pensar que esta farsa de apariencia académica pueda abrillantar el currículo de sus intervinientes es demasiado pedir aun al observador más benevolente.
Normalmente, la reacción del Gobierno de Mariano Rajoy ha sido, ante estas provocaciones, un silencio impenetrable y, si acaso, breves alusiones a la permanente disposición al diálogo con las autoridades autonómicas acerca de cualquier materia sobre la que sea razonable dialogar. Pero nada más. Ya hemos elogiado en otras ocasiones esta táctica de no ofrecer a los provocadores la menor oportunidad de entablar querellas verbales de corrala de vecinos; pero se conoce que, con este simposio, al Partido Popular de Cataluña se le ha acabado la paciencia, y ha pedido en el Parlamento autonómico la dimisión del director del Centre d’Història Contemporània de Catalunya, Jaume Sobrequés (quien, por cierto, votó favorablemente en el Senado la Constitución de 1978). Petición testimonial, claro es, que lo más probable es que sirva de munición al victimismo insaciable de los separatistas.
