Perpetro estas líneas antes de la manifestación en Ferraz. La de ayer (lunes) cambió algo las cosas. Se percibió una oscilación en el sismógrafo, quizás por eso los palos y el gas lacrimógeno: no pueden permitir que se establezca una manifestación-acampada festiva ante Ferraz, ante todos los Ferraz de España, lo que el PSOE llama tan abusivamente «casas del pueblo».
La impresión es que tratarán de acabar con cualquier manifestación popular de protesta o ira, que es lo que parece puede sacar al español del letargo. No les molestan las manifestaciones, les molesta lo popular.
La primera forma ya la vimos: sacar al picador policial para desalentar la protesta por violenta o movidita. Tampoco es descartable que aparezcan infiltrados derechistas de atrezzo o incluso un autosabotaje de puro friquismo.
De una u otra forma, y funcionando ya, la estigmatización: «Es la extrema derecha». O como decía el atestado policial: «personas de estética ultra».
El golpismo sacó a sus policías marlaskones y a los tertulianos lambiscones, que desde primera hora ya condenaban rotundamente la manifestación. No sabíamos que en España se hubiese suspendido el derecho de reunión. En Ferraz no sé, pero donde hay guantazos es en los medios por ser muderado de la MUD española, y desde el muecín ayusil hasta el duopolio, que está muy en el golpe, apretaron las filas. Si el valle dice «eo, eo, eo…» es porque alguien antes ha dado una voz y, efectivamente, el PP se desmarcaba de lo de Ferraz con su ya habitual escorzo, su zigzag, la firma del zorro, el trazo de Alonso en la chicane: Feijoo dice que manis sí, pero una nota dice que así no, pero Ayuso se pone Malasaña pero sale Semper y prescribe protestas «ordenadas, cívicas y serenas». Volver al manifestódromo de Colón, enjauladitos en el cliché para recibir la sorna de los cómicos a sueldo del gobierno que los días impares son antifascistas y tiemblan ante la ultraderecha y los pares son simples ironistas que se ríen con superioridad de los voxeros, curas y toreros. Nos movemos en la dualidad, como buena anarcotiranía: palo e IRPF para unos, amnistía y subsidios para otros.
El grado de cinismo e irrealidad es tan delirante que critican que en Ferraz se gritara «maricones». Pero ni en eso dicen la verdad. Se gritaba hijos de puta, y lo repitió un señor de cierta edad (sin estética ultra) atendido en una ambulancia: «España ha despertado, hijos de puta», y al decirlo se le llenaba la boca de tal forma que tuvo que darle años de vida.
Fue una frase iliberal, muy poco parlamentaria (condena, tertuliano, ¡condena!) pero fundacional. La sensación es que el hombre firmaba la mejor crónica del acto. Que algo había cambiado. El fin de la ingenuidad o pereza ‘búmer’, de la erotomanía policial, de conformarse el pueblo, la gente, la peña, el personal con ser el mudo cartón donde se recortan las Cashetanas y las rosadíez y los uniqlos habermasianos; o la sensación, bastante incómoda al despertar al día siguiente, de que no es ninguna broma y de que no hay otra.