«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Personas y personajes

18 de enero de 2017

En un mundo como el actual en que la imagen lo es todo y la captación de la atención del espectador, consumidor o votante, es uno de los principales objetivos para cualquiera que quiera convencer a alguien a que se decida en un sentido o su contrario, es imprescindible dominar esta técnica para alcanzar el resultado que se persigue; no es de extrañar, por tanto, que un candidato a la presidencia de los EE.UU. abandonando todo convencionalismo se lance al ruedo escenificando todo ese aparato teatral, tan frecuente y popular con que se desarrollan los programas más populares.

No es fácil en una campaña política en una nación como EE.UU., inmersa en una cuasi religión mediática, distinguir entre las personas en competencia y los personajes que les interesa representar para captar la atención y transmitir el mensaje que se pretende. Para conseguir dichos fines cualquier recurso es bueno, aunque resulte ridículo, tosco, inapropiado, provocador o soez con tal de llegar al votante, lo cual no debería extrañarnos pues vivimos, no solo en EE.UU., sumergidos en una realidad mediática penetrada de vulgaridad, incultura, banalidad, prosaica, hipócrita, interesada, en que las mayores cuotas de audiencia se alcanzan con dicha clase de programación. Es de una hipocresía manifiesta acusar a una persona de ejercer esas mismas habilidades para captar a su público cuando todo el sistema mediático lo emplea a troche y moche… ¿Qué un político debería dar ejemplo de corrección, al menos aparentemente? es cierto, pero pensemos por un momento: a quien tiene que atraer el candidato para conseguir votos es a ese público, más o menos disimuladamente, la misma audiencia que se deleita y recrea con la clase de espectáculos.

Es cierto que el papel que representa el por ahora todavía Presidente electo Trump, se ajusta a esos parámetros, una persona sin demasiados escrúpulos, directo, lenguaraz, descortés, impertinente, conocedor de la fuerza que tienen dichas técnicas y que las emplea a discreción, escandalizando con sus declaraciones, no porque sean impensables, sino porque aunque una mayoría lo esté pensando, no es políticamente correcto el expresarlas, ese es el problema que ha conmovido al “establishment político”, no solo norteamericano sino internacional, pero que en paralelo ha atraído por su apariencia de sinceridad y rotundidad a una gran parte del público.

Por otro lado, considerados todos los inconvenientes y rechazos para que una persona ajena a la política profesional pueda conseguir su objetivo, teniendo en contra todos los medios “oficiales”, una persona que ¡anatema! proviene del mundo de la empresa, al que han intentado derribar por todos los medios, incluidos algunos miembros del propio partido en el nombre del cual se presenta, ha llegado lógicamente a la conclusión de que debe utilizar todos los recursos a su alcance para neutralizar a sus oponentes, una oposición pública y privada, nacional e internacional, que su vez, a él personalmente, le ha atacado sin recato, ni corrección sin la más mínima consideración incluso a los propios intereses superiores de la nación.

Es cierto que en ocasiones se comporta como un personaje atrabiliario, aunque: ¿Cuánto de ello hay de verdad tras ese comportamiento? lo veremos en el futuro, pues una cosa es predicar y otra dar trigo, sobre todo en una país como EE.UU., el imperio de los “checks and balances”, control y equilibrios institucionales del poder. De momento ha alcanzado sus objetivos contra toda oposición y pronóstico. ¿No será porque en realidad, muchas de las cuestiones que aborda, de una manera un tanto pedestre y en un lenguaje transparente de la calle, coincide con la opinión de una gran parte de la población? Con esa parte de la población fuera de los circuitos políticamente correctos, al que se denomina mayoría silenciosa, esa parte de la población que al tenerla encasillada los políticos de turno, que en su estrategia electoral han olvidado, para volcarse con unas minorías, no tan representativas como pretenden, pensando que eran estas las que técnicamente inclinaban la balanza de los resultados electorales.

En realidad la mayoría de sus declaraciones son simples constataciones de hechos: ¿Que la Otan está obsoleta y que la mayoría de sus miembros no aportan a la alianza el apoyo económico suficiente? Es evidente ¿Qué la política de emigración de Angela Merkel ha sido un desastre? Una obviedad que amenaza con desgajar a Europa del Este, el pacto de Visegrad, de la UE, países recién incorporados que no desean aceptar minorías conflictivas dentro de sus fronteras recién estrenadas tras décadas de dominio soviético y siglos de lucha contra el Islam en el Este, mientras que en Alemania, su propio país, ha propiciado el resurgir de movimientos extremistas enterrados hacía ya muchos años. ¿Qué la Gran Bretaña tiene intereses incompatibles con su pertenencia a la UE, intereses que debe compatibilizar en función de su pasado y su historia? Es algo meridiano. ¿O es que su pasado imperial no ha sembrado culturas y sociedades afines al otro lado de los océanos, que son como culturas filiales en gran medida, como Canadá, Australia, Nueva Zelanda… por no hablar de la especial relación con EE.UU. Si en España tuviéramos un mínimo sentido de nuestra historia y pasado, también apuntaríamos a una situación semejante: ¿Es que nuestra pertenencia a Europa nos exige con sus normas, leyes y reglamentos adoptar medidas que perjudican nuestra relación con nuestras naciones afines. ¿Es que Sudamérica para España y Portugal son lo mismo que Nigeria o Indonesia…?

Es comprensible que esas relaciones transatlánticas para algunas naciones europeas sean algo, no solo irrelevante, sino incluso negativo, ya que ha sido precisamente esa relación, seamos sinceros, la que ha roto las ansias expansionistas e imperialistas de dichas naciones, pero: ¿Ha de determinar esa encubierta antipatía, el hecho de que una Europa que no incluya en su visión mundial a los países de América en general, no sería más que una aberración histórico cultural…?

Que la política internacional de Obama y Hillary Clinton ha sido nefasta, con sus primaveras árabes y demás zarandajas, apoyando en su día incluso al ejército islámico, con el ensueño de que había “luchadores por la democracia”, con tal de derribar a El Asad, es algo tan innegable como escuchar al propio Kerry reconociéndolo. Que a la República Popular China hay que ponerle coto a sus prácticas manipuladores monetarias y a sus políticas de exportación, ¿Quién lo duda? Nadie. Ahora bien es cierto: ¿Quién le pone el cascabel al gato?

 

Declaraciones como esas hechas por el personaje de Trump han levantado ronchas en medio de una sociedad acostumbrada a disfrazar sus opiniones o a encubrir hechos incómodos. Veremos cómo se desenvuelve a partir de aquí, no necesariamente ha de ser malo un soplo de realismo pedestre a la hora de intentar solucionar los problemas que nos aguardan. Es necesario quebrar el monopolio del pensamiento único y eso es algo que si se consigue gracias a esta persona, no tanto su personaje, será una notable mejoría en un panorama que parecía que nos llevaba irremisiblemente al desastre, al ser incapaces de resolver problemas evidentes, que no por ocultarlos o vestirlos de seda iban a desaparecer. Lo único que se le pide a los críticos es objetividad, erradicar las emociones, simpatías o antipatías, aunque entiendo que eso raya en lo imposible, y dejar hacer para juzgar después, si fracasa entonces proceder a demoler su imagen: no antes. No hagamos lo de Obama al revés: concederle un nobel de la paz antes de empezar, para acabar siendo uno de los mayores causantes de la guerra civil en Siria, en su empeño de derribar a Asad, y responsable indirectamente del alud de refugiados…Ironías. 

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