«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Una novela de Pilar Urbano

30 de marzo de 2014

Si al final el 23F acabará convirtiéndose en el corazón delator que escribió Poe, el ruido creciente de una culpa pasada resonando en la conciencia nacional, el pecado que no hay manera de enterrar bajo la tarima. Porque aunque llevemos treinta años tratando de no pensar en un elefante -como el libro de Lakoff– al final nos despertamos con el relatito de Monterroso, y el bicho todavía sigue aquí.

Después de la entrevista concedida a El Mundo, es probable que el régimen esté preparando un auto de fe para Pilar Urbano, que será una mezcla de silencio y asignación de sucesivos sambenitos, entre los que subrayarán el de opusina, como si así pudiera parecer ella más increíble, o menos independiente.

Imagino que a la periodista le importa un ardite -ya la foguearon bastante con el libro de la Reina- y si lo peor que se les ocurre es airear su adscripción religiosa, en verdad resulta un argumento muy pobre, ignorante de la complejidad que entraña la libertad política de los miembros del Opus Dei, que los ha habido voluntarios del ejército de Franco, ministros del PP y hasta diputados de Amaiur. Además, si tiene esta democracia un pecado original, lo más conveniente es que nos lo cuente alguien con conocimientos de teología.

Las revelaciones de Urbano habrían sido un terremoto grave en los años ochenta, pero ahora se han convertido en algo simplemente inaceptable, porque sobre la versión naif de la Transición y del Golpe descansa todo el sistema, como si fuera el relato idílico del Alzamiento que se impartía en las clases de FEN.

Por eso resulta difícil hablar con libertad de lo que cuenta Pilar sobre las reuniones de Don Juan Carlos y Suárez, y es una pena, porque hay material para llenar de metáforas todas las columnas de los periódicos. Por ejemplo cuando el Rey sujeta a su pastor alemán después de que atacara al presidente del gobierno. Sólo con esa imagen, en otros tiempos o en otras longitudes, se habría construido una bella novela.

Puede que el error precisamente haya sido no darle al texto un carácter de ficción, porque estamos más acostumbrados a debatir y opinar sobre falsedades -nos pasamos una semana hablando del fake que hicieron en La Sexta sobre el 23F-, y sin embargo se nos atraganta la crudeza de la verdad, muy conscientes de que suele traer complicaciones. Asomarnos a la historia tal cual es, sin aderezos, es como pretender comentar a un adolescente sus deficientes calificaciones escolares cuando el chaval está sumergido en los cómics de Marvel.

 

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