«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La pirámide de agradecimientos

7 de marzo de 2016
 

Resulta que el Gobierno que pretende el tal Sánchez, cabecilla del PSOE, es el de asegurar “el cambio, el progreso y el bien común” de la nación. ¡Arrea! ¿Es que el PP no quiere que el país progrese, cambie y merezca el bien común? ¿Por qué, entonces, la resistencia de Sánchez a hablar con Rajoy? Muy sencillo y humano: lo odia a muerte, lo tiene metido dentro. Recuérdese que, en el debate de investidura, al tener que decir Sánchez “señor Iglesias”, tres veces le salió “señor Rajoy”.

Para vender algo con éxito se precisa que el producto sea distinto y mejor que el de la competencia, al menos en algún aspecto. Se comprende que Sánchez no haya logrado más adhesiones a su proyecto que la de C´s. Además, el documento con las reformas para el cambio, el progreso y el bien común (han necesitado 66 páginas) lleva la marca de la fábrica de C´s. Poco socialista me parece. Ante esa inanidad, no debe extrañarnos que los socialistas obreros y españoles vayan a ser fagocitados por los totalitarios de PodemosHay precedentes. En 1936 ocurrió algo parecido. Y eso que don Indalecio Prieto daba cien vueltas al del Ramiro. También se las da Pablo Manuel Iglesias a don Francisco Largo Caballero. Hoy las costumbres adelantan que es una barbaridad. No me imagino a don Inda y al Lenin español dándose un beso en los labios delante de todos los diputados. 

Todos los cabecillas de los partidos se muestran a favor del famoso “diálogo”, pero luego platican poco y mal. La prueba es que van a necesitar medio año para formar Gobierno. No lo consiguen porque todos quieren mandar, y solo hay un jefe de Gobierno. No sería muy factible el triunvirato de Rajoy, Sánchez y Rivera, por orden de número de escaños. Quizá tengan que dimitir dos de ellos. Algo de eso hay. El presidente del Congreso diría “algo de eso ay”. 

¿Por qué todos quieren mandar de manera excluyente? Porque el inquilino de la Moncloa nombra directa o indirectamente a miles de altos cargos. Esa inmensa capacidad de hacer favores le asegura la vida y quizá la gloria a través de una pirámide de agradecimientos. Esa es la verdadera figura del poder. El magro sueldo del presidente del Gobierno resulta irrelevante. Gratis lo haría el afortunado, incluso pagando el alquiler de la Moncloa, por otra parte, un horrendo hotelito. Se explica que todos los aspirantes al cargo se manifiesten a favor de ampliar el Estado de bienestar, los “gastos sociales”. Cuanto más gordo sea el erario, más poder. 

 

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