Bueno, sin duda porque ganó la Guerra. Desde luego aquello fue un golpe de estado. Una cruenta Guerra Civil. Y luego una dictadura. Pero a veces me pregunto si era inevitable.
La República empezó a perder la guerra con la quema de conventos de mayo del 31. Apenas un mes después de ser proclamada. Aquella frase atribuida a Azaña: «Ni todos los conventos de Madrid valen la vida de un republicano».
Y ya sé que el golpe estaba en marcha. Pero no es demasiado habitual que a un líder de la oposición lo asesinen miembros de los cuerpos de seguridad del Estado. Como fue el caso Calvo Sotelo a manos de guardias de asalto. Aunque fuera como venganza de un atentado anterior. En este caso de falangistas.
Sin embargo, lo que más jode es que Franco muriera en la cama. Los portugueses tuvieron al menos el detalle de hacer una revolución. Aquí no. Me ahorraré comentar las colas delante del féretro del caudillo. Es cierto que era un dictadura, pero juraría que no obligaron a nadie a ir.
Hace años, hablando con un historiador local, me contó que su madre había llorado de pena tras la muerte del dictador, a pesar de que de joven había sido de Mujeres Libres, una entidad en la órbita de la CNT. Cuando el hijo le preguntó «¿mamá, por qué lloras?», ésta le contestó que temía por el futuro: «Los españoles hemos estado cuarenta años sin matarnos».
En mi opinión, el gran invento de Franco fueron las clases medias. Ya saben: el Seiscientos, el turismo de masas, los bikinis, e incluso el desarrollismo económico. Y las clases medias, lo que quieren, es estabilidad. Los que realmente hicieron oposición al franquismo —jugándose el tipo, todo hay que decirlo— debieron haber sido un 1% de la población. Y todavía soy generoso con las cifras.
Por eso luego desempolvaron primero la Ley de Memoria Histórica (2007) y más tarde la de Memoria Democrática (2022). Hay que ser retorcido para llamar a una ley «democrática» porque todas lo son: son aprobadas por el Parlamento. En este caso todavía más porque significa que, con la primera, no tenían suficiente.
Yo, desde luego, estoy a favor de abrir las fosas comunes y honrar a las víctimas si lo piden las familias. Faltaría más. Pero la República no fue un paraíso. Se calcula que, durante los tres primeros meses de la Guerra, se asesinaron sólo en Cataluña a más de 8.000 personas sólo por ser burgueses, capellanes o católicos. Muchos de estos cuerpos ni siquiera pueden encontrarse porque fueron incinerados en la cementera de Montcada, una localidad próxima a Barcelona.
Por eso, si resucitan en la actualidad a Franco es para meter a PP y Vox en el mismo saco. Pese a que la ultraderecha ha sido siempre testimonial. Sólo consiguió un escaño con Blas Piñar, diputado entre 1979 y 1982. Y cuando trasladaron el cuerpo de Franco a su actual emplazamiento no vi a ningún dirigente de Vox protestando contra la medida. Al contrario, sólo se manifestaron algunos nostálgicos del régimen anterior.
Es una manera de tapar los problemas del Gobierno, hasta judiciales. Habrá que recuperar las palabras de Arias Navarro: «Españoles, Franco ha muerto». De eso hace ya 50 años.