Se convirtió en el lema de los patriotas polacos después de que su país desapareciese de los mapas. El imperio ruso, el imperio austriaco y el reino de Prusia se habían dividido Polonia, pero la nación polaca se negaba a desaparecer. No hay guerra de independencia, alzamiento patriótico ni resistencia a la ocupación extranjera a lo largo del siglo XIX en que no aparezcan polacos luchando por la libertad de otros pueblos. “Por vuestra libertad y la nuestra”.
Hoy la Unión Europea sufre un ataque híbrido contra Polonia, Lituania y Letonia orquestado por el gobierno bielorruso. Miles de inmigrantes -en su inmensa mayoría, varones jóvenes en edad de combatir- han llegado a las fronteras de estos países con Bielorrusia trasladados con el evidente propósito de crear una crisis que, bajo la apariencia de un problema humanitario, encubre una intención de desestabilización política. La Unión Europea ha ampliado las sanciones contra Bielorrusia. Tanto los Estados Unidos como el Reino Unido han mostrado su apoyo a Polonia. Los británicos han enviado, incluso, un pequeño pero simbólico contingente de soldados al territorio polaco. El primer ministro polaco, Tadeusz Morawiecki, ha expresado su agradecimiento en un vídeo al tiempo que ha advertido de la verdadera amenaza que se cierne sobre la Unión.
La guerra híbrida que hoy se libra en nuestro continente aprovecha la debilidad moral de nuestras sociedades. Es significativo que las organizaciones no gubernamentales estén presionando a Polonia para que permita la entrada de los miles de inmigrantes y no sobre Bielorrusia y sus aliados para que dejen de traerlos a sus fronteras. Naturalmente, detrás de esa apariencia humanitaria se suelen esconder otros intereses. Al igual que sucede con la trata de seres humanos en el Mediterráneo, la mala conciencia y el falso humanitarismo son dos aliados tácticos para este tipo de ataques.
Me temo que hoy en día el bloqueo soviético al Berlín Occidental de 1948 hubiese sido un éxito. El miedo a una guerra hubiese prevalecido sobre la voluntad de victoria
España ya sufrió hace meses una de estas acciones a manos de Marruecos en la frontera de Ceuta. También se da de forma cíclica en la de Melilla. No nos resulta ajeno el uso que Rabat hace de la inmigración para tratar de forzar posturas políticas o hacer alarde de fuerza. Ahora que la ofensiva se desarrolla en las fronteras con Bielorrusia, el gobierno español debería tener la suficiente claridad moral y la suficiente decisión política para liderar el apoyo a Polonia, Lituania y Letonia.
En junio de 1948, la Unión Soviética intentó bloquear los sectores de Berlín ocupados por los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. Se trataba de impedir que los berlineses del sector soviético y el resto de alemanes orientales viesen con sus propios ojos la prosperidad de Berlín occidental. Los soviéticos interrumpieron el suministro eléctrico y de carbón, las comunicaciones por vía férrea, por río y por carretera y el paso de mercancías y pasajeros al sector occidental. Los soviéticos invocaron pretendidas razones técnicas -averías en las distintas redes de transporte- y de seguridad (la lucha contra los especuladores). En realidad, se trataba de crear una crisis humanitaria en Berlín que forzase a las potencias occidentales a abandonar la capital de Alemania.
Los aliados occidentales decidieron resistir. En Berlín occidental estaba operativo el aeropuerto de Tempelhof así que se podía aprovisionar a la ciudad a través del aire. La ciudad recibió, en el momento de máxima actividad del primer puente aéreo de la historia, unas nueve mil toneladas de mercancías (alimentos, combustible, medicinas, bienes de consumo). Al final, el 12 de mayo de 1949 los soviéticos levantaron unilateralmente el bloqueo. El intento de quebrantar y expulsar a los aliados occidentales había fracasado.
Sin duda, lo que se puede vivir en la frontera es una tragedia, pero los únicos responsables de ella son quienes han empleado a los inmigrantes como armas
Me temo que hoy en día el bloqueo hubiese sido un éxito. El miedo a una guerra hubiese prevalecido sobre la voluntad de victoria. El pacifismo suicida hubiera socavado la moral de resistencia de los berlineses y de los gobiernos occidentales. Alguna ONG hubiera denunciado la obstinación de quienes se empeñaban en mantenerse en la ciudad a toda costa y de la catástrofe humanitaria en ciernes si no se cedía ante las presiones soviéticas. Multitud de periodistas activistas hubiesen corrido a sensibilizar sobre las penurias de mujeres, ancianos, niños y otros grupos vulnerables si Washington y sus aliados insistían en mantener el enclave occidental en medio de la Alemania ocupada por la URSS. Veríamos por doquier el sentimentalismo, la sensiblería y la confusión moral que no distingue entre agresores y agredidos. Eso mismo, a fin de cuentas, es lo que está sucediendo en el caso de la frontera bielorrusa y el ataque híbrido contra Polonia, Lituania y Letonia.
Hay que resistir. Sin duda, lo que se puede vivir en la frontera es una tragedia, pero los únicos responsables de ella son quienes han empleado a los inmigrantes como armas para desestabilizar a sus vecinos. Ya habrá tiempo de hacer otras consideraciones -por ejemplo, la desmedida influencia que ciertos sectores del “progresismo” tienen a la hora de marcar la agenda “humanitaria”- pero ahora hay que defenderse y dedicar todos los esfuerzos a conjurar la amenaza que se cierne sobre la Unión. El Bloqueo de Berlín marcó el camino. No hay que ceder. No hay que transigir. Polonia, Lituania y Letonia deben defender sus fronteras y toda la Unión Europea debe estar, sin fisuras ni contraprestaciones, junto a ellas. Ya saben: “por vuestra libertad y la nuestra”.