«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Posibles revueltas populares

19 de octubre de 2022

De momento, me circunscribo al caso español porque es el que tengo más cerca. Empero, el fuego prenderá en muchos otros países. Lo «global» es una posibilidad que se autoalimenta. No va a ser solo un artificio para que sigan bien instalados en el poder unos cuantos privilegiados.

Parece un tanto lejano el supuesto de múltiples revueltas populares. Sin embargo, las condiciones son bastante propicias. Pocas veces los pueblos han vivido tan amedrentados como en estos momentos en los que se respira el amago de una III Guerra Mundial y la realidad de una inflación descontrolada. 

De momento, lo que funciona es una general opresión de la propaganda una vez más “global”. En España se practica con soltura la vieja fórmula del panem et circenses del Imperio Romano. Ahora se trata de que el pueblo se refocile con gastronomía y fútbol, cuando no con alcohol y drogas, mientras el Gobierno se mantiene dictando caprichosas leyes a sus anchas. Es decir, el territorio nacional se ha convertido en un permanente “parque temático” para disfrute de su censo y de los visitantes extranjeros.

Pocas veces los pueblos han vivido tan amedrentados como en estos momentos en los que se respira el amago de una III Guerra Mundial

Los instrumentos para esta división del trabajo social son tan diversos como imaginativos. Disponemos del incesante estímulo de los espectáculos deportivos, los juegos de azar o el “ocio nocturno”. En el caso de que tales atracciones no funcionen, la propaganda recurre al amedrentamiento de las almas sencillas. Anoten: las “okupaciones” de algunas viviendas, la invasión de los inmigrantes ilegales (bien organizados por las respectivas “mafias”, los negreros actuales), el terrorismo, la violencia de género, etc. Tales amenazas se presentan de forma determinista, como si fueran fuerzas de la naturaleza.

No sería la primera vez que las protestas por el abastecimiento de los bienes elementales se convierten en rebeliones populares

Por si fuera poco, sobrevuela el vago temor a una guerra nuclear en la Europa del Este. Si no surte efecto, se recuerda la pequeña angustia cotidiana de la subida imparable de los precios y lógicamente de los impuestos. Eso ya no es intimidación; es la realidad cotidiana, pues el dinero es un argumento incontrovertible. Cabe la posibilidad de que se precipite el momento en que muchos hogares a la vez decidan dejar de pagar las facturas de los artículos necesarios: energía y alimentos. Sería una especie de un espontáneo «hurto famélico» colectivo. No se colige que pueda haber una respuesta judicial inmediata ante tales reacciones masivas. No digamos si se reproducen en distintas latitudes, como es previsible. Surgirán escenas de violencia defensiva contra los “okupas”, los “narcos” o las “mafias”, los aprovechados que gozan de práctica impunidad. El movimiento se extenderá contra los funcionarios y agentes de la autoridad que no logren contener la difusión de tales extravagancias. 

De momento, lo que se impone es una aparente calma con la ciudadanía convertida en sumisa plebe

No sería la primera vez que las protestas por el abastecimiento de los bienes elementales se convierten en rebeliones populares. Lo nuevo es que la capacidad de difusión de la protesta alcanza hoy una amplitud inédita ante la posibilidad de las «redes sociales». Hay otra evidencia: los gobiernos no saben sustituir una guerra por la negociación y tampoco dominan el arte de contener la subida galopante de los precios. Más misterioso es que muchas economías nacionales se muestren a la vez endeudadas sin remisión. Ante tales fracasos… ¿cómo van a disponer los gobiernos de la legitimidad necesaria para seguir aumentando la carga impositiva?

De momento, lo que se impone es una aparente calma con la ciudadanía convertida en sumisa plebe, anestesiada con el aliciente de las frecuentes «escapadas» para disfrutar de la vida. La cuestión es «viajar» en todos los sentidos. Es el anticiclón que precede a la tormenta.

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