«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Socio-Director de Eurogroup Human Resources.Orgulloso de colaborar con Intereconomía desde abril de 2012."""
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El posicionamiento de la monarquía ante el sistema

24 de junio de 2014

La operación de cirugía estética practicada por los denominados “padres de la Transición”, y creadores del actual sistema partitocrático, no podría reproducirse en la actualidad. Aunque el Régimen corrupto del 78 está putrefacto, España no podría sobreponerse fácilmente a otra pantomima político mediática en forma de segunda Transición.

Porque nuestro país necesita un cambio radical de modelo político, económico, judicial, social, laboral y ético.   

¿El bipartidismo inmovilista ha diseñado una estrategia de maquillaje político, basada en utilizar a nuestra recién renovada Monarquía como reclamo para aparentar una supuesta (y no real) regeneración democrática?

 

El futuro de la Monarquía depende del rol y el posicionamiento ante la sociedad que adopte el nuevo Rey.

 

Si Felipe VI se deja amansar por los cantos de sirena procedentes del bipartidismo corrupto actual y de los amigos del poder (IBEX 35), los españoles percibirán que el Rey comulga con el sistema extractivo que les está empobreciendo.

Por el contrario, el nuevo monarca puede convertirse en un referente moral, para ello, debe enfrentarse a un sistema político y económico que está expoliando a las familias españolas al objeto de enriquecer a una oligarquía político-sindical y a una élite financiera sin escrúpulos. Complicada misión, tanto en cuanto el Rey tendrá que respetar el marco constitucional respecto a las atribuciones simbólicas y representativas pero sin carácter ejecutivo que nuestra Carta Magna le atribuye.

¿Podría adoptar la Corona un papel de moderador institucional, convirtiéndose en la voz del pueblo ante el poder? El entorno político y económico actual, marcado por la corrupción política y el desprestigio de las instituciones públicas, así lo aconseja.

 

La Casa Real debe proyectar el futuro, al menos en el corto-medio plazo,  tal como lo hace una empresa, es decir, planificando una estrategia, en este caso, centrada en la reputación y la ejemplaridad, puesto que la supervivencia de la Monarquía dependerá de su imagen institucional. Para lograr tal fin, la Monarquía deberá caminar en sentido contrario a la corrupción política, a la politización de la Justicia, al independentismo territorial, a los “medradores empresariales” y cortesanos del SXXI…  

 

La Monarquía debe intentar que la decadencia del bipartidismo y del sistema, que es económicamente insostenible y estallará más temprano que tarde, no la arrastre y la destruya.    

 

Al margen de ideologías políticas, origen social, nivel económico y formativo, etc., el perfil de la sociedad española cada vez está más polarizado y, en base a ello, la desigualdad en España está adquiriendo un matiz tercermundista. En un extremo, se sitúa una minoría privilegiada y protegida por nuestro injusto sistema político y económico que gira en torno a los dos principales partidos políticos. En el otro, se encuentran los desheredados por la partitocracia, es decir, las familias, las pymes y los autónomos, que financian, vía impuestos confiscatorios, la malversación de los caudales públicos y la corrupción política derivada de los 17 Reinos de Taifas.

En definitiva, la Corona debe elegir entre ponerse al lado del poder político y económico o ayudar a los españoles de bien a cambiar este sistema corrupto, con la finalidad de redistribuir la riqueza en virtud de criterios asociados a la justicia social y a la meritocracia.

 

Del resultado de esta elección dependerá la estabilidad de la Monarquía. 

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