«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Prefiero ser Francia que no ser

16 de noviembre de 2015

En política, como en cualquier otro aspecto de la vida en que se requiere decisión y coraje siempre se camina solo. Pensemos en situaciones de acoso y violencia en el seno de las parejas, ¿quién toma la decisión de denunciar o no y con qué apoyo?; Imaginemos circunstancias de mobbing, ¿cuántas veces los responsables miran para otro lado?. En política, en los momentos en los que de verdad uno se la juega, siempre se estará solo. Es verdad que si sale bien, rápidamente saldrán los moscones agenciándose medallas asegurando que ellos siempre estuvieron “ahí”, pero el primer paso siempre se realiza sin compañía. Nadie se compadece (padecer con) de nadie por simpatía con la raza humana; menos aún apoya decisiones que puedan poner en un aprieto a quien las secunda.

Cuántas veces nos hemos preguntado, a raíz de las atroces ejecuciones televisadas por EI, acerca del motivo por el cual no se intervenía, de una u otra forma, en favor de la justicia. Porque se trata precisamente de eso. No se trata de venganza, sino de justicia y de la salvagurda de la libertad que en esencia nunca existió para aquellos que a diario siembran el odio entre seres humanos. Es impresentable que alguien pueda poner encima de la mesa, siquiera sugerir, que las macabras hazañas a las que asistimos desde hace ya no poco tiempo, tengan su fundamento, para algunos justificación, en las vergüenzas de Occidente. Debemos tener claro de una vez por todas que detestan lo que tenemos. Y no pretenden quitárnoslo para apoderarse de ello, pretenden quitárnoslo para acabar con ello.

Mantener posturas comprensivas tendentes a buscar “el motivo” en nuestro comportamiento y castigar nuestro modo de vida, es legitimar mensajes autodestructivos y dañinos. Es estancar la evolución del ser humano y vivir en la frustración indefinida. Si optamos por esta pueril explicación no estamos entendiendo nada. La situación en Siria o en cualquier otra parte del mundo no es el canal comunicador con matanzas gratuitas. Tenemos que tener meridianamente claro que de lo que se trata es de la necesidad de materializar un mensaje de carácter invasivo y dominador. El multiculturalismo que en España se ha instaurado pretendiendo la equiparación del modo de vida civilizado con el que se pretende por parte de estos salvajes, afianza la debilidad de Europa y genera desconcierto entre los propios ciudadanos que notan cómo la certeza en la que viven se diluye sin remedio.

Ante esta situación es el momento de los buenos gobernantes. De los líderes que tengan el coraje y la decisión de caminar solos. Que no tengan reparos en defender las raíces cristianas del viejo continente como gérmen de la civilización de que disfrutamos, a pesar de sus aspectos mejorables. Es la ocasión para que políticos carismáticos, con sentido común y sabedores de lo que son manifiesten con arrojo el mensaje de los ciudadanos a los cuales tutelan, que de otro modo quedan abandonados a la deriva de la mediocridad.

Hay quienes recuerdan que Francia no estuvo al lado de España cuando tanto sufrimos por culpa del terrorismo de ETA. Es cierto. Es probable que hasta encontraran justificaciones políticas a los casi mil asesinatos. Y bien que me pesa. No obstante queda como argumento inconsistente, cuando nosotros mismos como españoles mantenemos discrepancias en la forma en que se debe afrontar la desarticulación de este grupo, aún activo. Sea como fuere, prefiero ser Francia que no ser. 

Por @nandozt

 

 

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