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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La ‘raza política’ no se hereda ni tiene sucesor

24 de marzo de 2014

Adolfo Suárez fue un animal político que, tras su retirada, dejó un vacío inmenso que ni sus sucesores ni su hijo han podido llenar. Primero dimitió como presidente del Gobierno, el 29 de enero de 1981, para volver a la actividad política con el CDS en 1982 y sufrir el varapalo de “me quieren, pero no me votan”. Mantuvo su escaño en el Congreso en 1986 y 1989, y dimitió como presidente de CDS en 1991 para dejar definitivamente la política.

En la presidencia  del Gobierno le sucedió  Leopoldo Calvo-Sotelo, que  ocupó el cargo durante menos de dos años (entre febrero de 1981 y diciembre de 1982) y que empezó con mal pie: el golpe de Estado del 23F amargó su sesión de investidura en el Congreso. A las elecciones generales de 1982 concurrió como número dos por Madrid de una UCD ya sin Suárez y con Landelino Lavilla a la cabeza y que pasó de ser el partido gobernante a tener apenas una docena de diputados. Si no hubiera sido por la dimisión de Lavilla, Calvo-Sotelo ni siquiera hubiera podido ocupar un escaño en la Cámara baja. En 1983, fue elegido miembro de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa y en 1986, diputado en el Parlamento europeo integrado en el Partido Popular Europeo.

El sucesor de Adolfo Suárez en la presidencia del CDS fue Rafael Calvo Ortega, que terminó de hundir el partido en las elecciones de 1993, una convocatoria en la que perdió todo sus diputados y senadores para acabar, después de un fiasco electoral seguido de otro, integrándose en el PP en 2006 de la mano de su entonces presidenta Teresa Gómez Limón.

 

De los cinco hijos del expresidente, sólo uno, el mayor de los varones, Adolfo Suárez Illana, ha flirteado con la política. Se afilió al Partido Popular en 2002 y el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, lo incluyó en el Comité Ejecutivo del PP y lo designó candidato a la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha para las elecciones de autonómicas de 2003. Fue derrotado en las urnas por el socialista José Bono, que ocupaba la presidencia castellano-manchega desde 1983. Al poco, Suárez Illana se retiró de la política y hasta ahora, a punto de cumplir cincuenta años, no ha vuelto.

Ni la genética, ni la camaradería, ni la herencia transmiten el genio político, el carisma o la oportunidad que tuvo Adolfo Suárez. Irrepetible y añorado en su muerte ante los políticos de hoy, que quisieran ser Suárez y no pueden porque, entre otras cosas, no es tiempo para la política sino para la gestión, que luce mucho menos salir de la crisis económica que de la dictadura.

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