«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Recuerdo de lo progre

6 de abril de 2014

Lo cansino que resulta Artur Mas y sus sediciones subvencionadas permite que podamos debatir sobre asuntos de verdadero interés nacional como la dieta de la señora Colau, o mejor, de los amores prohibidos de Pablo Iglesias y una diputada comunista. Es sabido que el deseo se acrecienta en lo clandestino, y para los revolucionarios de salón no hay mayor tabú que la disciplina de los partidos, algo tan excitante como antes era la sensación de pecado. Quizá la libido tiene que encontrar otros detonantes ahora que cualquier represión moral está demodé, como lamentaba aquel don Juan a quien la revolución sexual le arruinaba el pasatiempo, y que acabó colocando un cartel encima de su cama: “señorita, si usted no se condena yo no lo disfruto.”

Hablamos y escribimos sobre estas cosas porque el régimen, en su infinita liberalidad, nos lo permite. Alabado sea. La censura ha dado paso a una forma mucho más sutil y eficaz de control gubernamental, que es la que se encontró Solzhenitsyn cuando regresó a la Rusia caótica de Yeltsin: “Hemos pasado de un régimen en el que no podía decirse nada, a otro en el que puede decirse todo pero no sirve para nada.” Al disidente no le dio tiempo a desarrollar la idea, porque sustituyeron su programa de televisión por un espacio pornográfico. Aquí los debates de fondo se silencian con esa otra pornografía, más grotesca y protagonizada por los voceros del régimen, quienes ejercen un control ideológico con el que nunca hubiera soñado Manuel Fraga cuando era ministro de Información.Ya no hace falta dinamitar el diario digital de Alfonso Rojo, o cerrarle el micrófono a FJL; basta con tratar cada asunto en las televisiones gubernamentales -o sea casi todas- que son contenedores amarillos donde la basura está en reciclaje permanente.

La radio pirenaica es una entrevista a Pilar Urbano en El gato al agua, o las homilías laicas de Federico, que ahora está en plan Bernard Shaw -bautizando los monstruos de nuestras pesadillas- y le llama Rajobrián a la hidra gubernamental, definitivamente teledirigida por Janli.

Y no es que no podamos lamentarnos del estado cochambroso de los muros de la patria nuestra, es que no hallamos cosa en que poner los ojos que no sea recuerdo de lo progre.

 

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