«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Biografía

La reforma fiscal y el desarrollo

24 de junio de 2014

La mayoría de los seres humanos trabajan por necesidad. El que se disfrute más o menos con la labor que se realiza dependerá de su forma de entender la vida y la naturaleza del trabajo que desempeña, y la ambición de superación y la adquisición de riqueza es un obvio incentivo que le mueve a hacer mayores esfuerzos por conseguir el bien propio y el de los suyos. Digamos que el ser humano no es una especie altruista, aunque algunos lo sean, y así viene condicionado por su propia naturaleza. 

En Europa se ha acumulado a lo largo de la historia reciente una gran riqueza entre algunos sectores de la sociedad, que es la que permite que se pueda seguir manteniendo este modelo de Estado, pero en cuanto desaparezca esta generación no creo que el actual sistema fiscal permita que esta sociedad se mantenga. Por razones evidentes. El impulso para la creación de riqueza y la generación de ahorro se verán eliminados con los sistemas fiscales que existen.    

 

Hemos caído en un sistema que a efectos prácticos se parece al comunismo, donde es el Estado el que distribuye todos los beneficios creando la esencia madre de toda corrupción política, ya que es el funcionario el que distribuye el bienestar y no el mérito o esfuerzo individual. El efecto a la larga es la parálisis de la sociedad en cuestión. Si a una persona se le priva de un 40% del fruto de su trabajo, cada vez que quiere convertir su esfuerzo económico en un bien para su disfrute se le vuelve a gravar una media del 20%, a su patrimonio, que ya ha generado y contribuido se le vuelve a hacer tributar, más el IBI, se le vuelve a penalizar en la herencia, y a través de la generación de dinero se le vuelve a esquilmar la inflación monetaria es el más sutil de los impuestos, la conclusión es lógica: ese hombre sigue trabajando por inercia pero en cuanto ese hábito desaparezca con la siguiente generación, en cuanto se dé cuenta, dejará de esforzarse o arriesgar. ¡Hasta el instinto biológico más elemental casi desaparece: disminuye la natalidad! Esto se llama decadencia y nadie parece darse cuenta. Si se quisiera de verdad  ver crecer la economía y la riqueza y el empleo con ello, la solución es crear un impuesto mínimo, 10% o 15% para cubrir las necesidades públicas más elementales. Redúzcase el aparato administrativo: tenemos administración municipal, diputaciones, autonomías, estados centrales y europeas. Es como si tuviéramos cada uno en casa a cinco personas de servicio, ¿malo? No si lo puedes pagar, pero ¡es que no lo podemos pagar! Quien paga la factura es la ausencia de actividad económica y con ello el colapso económico a medio plazo. Como ocurrió en los países del llamado socialismo real.

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