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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Regalos de Obama

18 de febrero de 2017

No resultaría llamativo que, después de ocho años como presidente del país y de la economía más poderosa del mundo, se hubiera hecho un exhaustivo análisis de la Norteamérica que hereda Donald Trump, dentro y fuera de sus fronteras.

Desde el punto de vista económico, lo mejor de Obama ha venido al final. Después de navegar la crisis financiera de 2008, herencia en este caso de su antecesor George W. Bush, con un crecimiento bajo, con baja inflación y débiles salarios, desde el pasado verano todos estos elementos han repuntado. Las bolsas lo reflejan, pero los datos también.

El crecimiento, que ha estado entre otras cosas lastrado por la reducción de inventarios, apunta un sólido 2017; la inflación ha superado claramente el riesgo de la caída de precios y está ya cerca del 2% y el mercado laboral ve crecer empleo y salarios .

Trump hereda una economía solida, lo que en política, de forma contra intuitiva, no es siempre lo mejor. Con un ciclo económico maduro, la nueva administración vivirá una desaceleración, lo que no suele gustar a los votantes. Tampoco se trata de argumentar que lo bueno sea heredar una recesión, pero no cabe duda que en la economía de mercado los ciclos existen y ahora también.

Pujanza económica

Trump y su equipo lo sabían y lo saben. El número de millonarios y banqueros en la nueva administración indica que son personas avezadas en el funcionamiento de los mercados. Haciendo de la necesidad virtud, Trump planteó una propuesta electoral de relanzamiento económico, más inversiones y menos impuestos con menos regulación. El relato era devolver a la clase media su bienestar perdido. La propuesta fue popular y los mercados parecieron acogerlo bien, impulsados por buenas noticias económicas en muchos sitios: países emergentes, UE, China y previsiones de beneficios de las empresas.

El llamado efecto Trump, del que todos hemos hablado, debía mucho a una economía mundial que salió del verano pasado con pujanza. Pero todo, hasta lo mejor, encuentra dificultades y Trump empieza a encontrar las suyas. En temas geopolíticos y comerciales su planteamiento de vuelta al bilateralismo no ha sido bien recibido ni en oriente ni occidente, lo que era de esperar. En Asia, pese a haber suspendido el tratado de libre comercio del Pacífico, ha vuelto a las posiciones tradicionales con China y Japón. Pero todos recelan de sus posiciones sobre manipulación de monedas.

La política monetaria, con una posible subida de tipos de interés por parte de la FED y la apreciación del dólar respecto al resto de divisas, puede jugar en contra del mandato presidencial de Donald Trump

Pero donde las cosas pueden moverse pronto hacia donde no le conviene al gobierno Trump, es en tipos de interés y en cotización de monedas, es decir, en política monetaria. La subida de la inflación ya en el entorno del 2% es una realidad y ese es el objetivo de la FED, quien ha anunciado que está dispuesta a subir tipos. Así, de las grandes economías, sólo EE.UU subiría tipos. Además, el mercado laboral norteamericano, con un paro por debajo del 5%, solo tiene una dirección para los salarios, hacia arriba.

Fin de un ciclo

Tipo de interés al alza es el principio del fin de un ciclo. Trump y su gente lo saben muy bien ¿Quién sube los tipos? A largo plazo, el mercado, a corto, el banco central. La FED tiene ya tres vacantes libres para que Trump las nombre, que pueden ser dos más cuando Janet Yellen y Stanley Fisher vean vencidos sus actuales mandatos en 2018 y prefieran no seguir.

La tentación de intervenir puede entonces ser muy fuerte, coincidiendo con la mitad del mandato del presidente más controvertido. Introducir dudas sobre la independencia de la FED son palabras mayores, dentro y fuera de EE.UU. Pero asistir a una subida de tipos que produzca un aterrizaje de la economía no será fácil para Trump.

Todo apunta hoy a que algo parecido vamos a vivir. Es cierto que, para entonces las elecciones en países europeos de 2017 ya habrán despejado incógnitas políticas y es posible que el BCE, sin subir tipos, si habrá terminado el QE, lo que robustecería al euro. También es más que posible que Trump, como todos los presidentes  norteamericanos, tenga unas elecciones poco favorables a mitad de su mandato  y que la confianza en su capacidad para hacer una economía mejor para todos este en duda.

Los nombramientos de Trump han sido casi todos llamativos, pero las próximas nominaciones para la FED y, desde luego quien sustituya a Janet Yellen  como presidente de la Reserva Federal, serán una gran prueba de su capacidad de auto contención sobre el dólar.

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