Es probable que las versiones políticamente más perjudiciales para los intereses del Partido Popular, en relación con el llamado caso Bárcenas, no se puedan demostrar en los tribunales. Me refiero a un generalizado otorgamiento de sobresueldos, o retribuciones adicionales, o primas en B, o como quiera que las queramos llamar; tampoco es probable que pueda demostrarse no ya una trama de financiación ilegal del partido al modo de Filesa en el PSOE, sino siquiera un solo acto de esta naturaleza.Pero estas versiones más perjudiciales (hay una contabilidad B, hay sobresueldos, hay donaciones opacas al partido) son, por desgracia para todos, muy verosímiles, tanto respecto del PP como del PSOE, CiU y todo partido con responsabilidad de gobernar. Y esto es políticamente devastador. Millones de ciudadanos desconfían incluso de aquéllos a los que votan, pero los siguen votando porque piensan que un Gobierno de otro color sería peor para sus intereses.Durante un tiempo los dos grandes partidos vivieron bastante apaciblemente observando una omertà que a ambos convenía. Pero las cosas empezaron a torcerse cuando los socialistas demostraron no tener escrúpulos en pactar con otros perdedores más pequeños para arrebatar el poder (local o autonómico, de momento) al ganador, aunque fuese por un solo escaño. Y desde las municipales y las generales de 2011, que dejaron al PSOE en la oposición y sin apenas poder local y autonómico, la guerra de desprestigio del competidor no ha conocido cuartel.Los partidos pequeños, tanto nacionales como nacionalistas, han empezado a recoger algunos frutos del desencanto general, y se aplican con renovado denuedo a la operación denigratoria de los grandes, pero con la salvedad de que no vacilan en pactar con el PSOE en todo lo que les dé alguna brizna de acceso al dinero público, como ocurre ahora con los comunistas y los socialistas en Andalucía. Esta situación revela que nuestra vida pública está muy gravemente dañada, en un estado bastante avanzado de putrefacción. Y no sorprende que se apodere de muchos el pesimismo, porque ven que los llamados a la regeneración de nuestra política son precisamente los mismos que la han conducido hasta aquí; y no sólo eso, sino que son los mismos que se benefician de este estado de cosas. Sin embargo, es indispensable que esa regeneración parta del interior de los grandes partidos nacionales (y ojalá que de todos los demás también). Las dirigencias actuales deben ser sustituidas por otras de personas nuevas y sin antecedentes. Si no ocurre eso o algo muy parecido, no será posible salir del cenagal, o acabará habiendo una catarsis explosiva a la italiana, para gozo de neofascistas y de todas las versiones celtibéricas de berlusconis.
A continuación se detallan los tipos de cookies utilizados en nuestra web. Puede configurar la aceptación o no de las mismas. Lea nuestra Política de cookies.