En el peor de los casos, podría ir vestida de ese color, pero lo que no aceptaría bajo ningún concepto, es ir descoordinada con mi maquillaje. Empleo muchas horas de mi tiempo y del de otros, previo pago, para que mi atuendo sea acompañado por un peinado y una toilette ad hoc. Tonalidades y estilo deber ser los adecuados. Frescura y comodidad, durante el día; elegancia y sofisticación, para la noche. Estas características son mi sello personal.
Sé que hay personas que me ven como una mujer vacía, preocupada en banalidades, pero no es el caso, soy una bella mujer con buen gusto. Hay necios que no saben entenderlo. Antes de ayer, una señora con un bolso de mano imposible, me asaltó en Collins Avenue. Yo salía de Dolce y Gabbana con mis bolsas, camino de Prada, y me increpó de muy mala manera. Su mal peinado, su ropa barata y vulgar, sus ademanes, aún me hacen despertar en mitad de la noche ahogada en pesadillas.
Unos días más tarde se me acercó un hombre pelirrojo mientras tomaba un mojito en la piscina del Ritz de Cayo Vizcaíno. Se puso delante del sol y a contra luz me pareció un espectro blanquecino. Fui a replicarle que me estaba molestando, cuando pude adivinar en su cinturón negro, el brillo de la placa policial. Así que me incorporé sonriendo y él se quitó las gafas de sol sobreactuando el gesto. «Teniente Caine, CSI Miami. Acompáñeme, señorita», me dijo. Casi no me dio tiempo a vestirme, pero sí que pude ver a su compañero. Un tipo grande, musculado, de ojos intensos y boca de pecar. Puede que no sea mala idea ir con estos señores, me dije. Pues estaba equivocada.
Ahora estoy en un lugar inmundo, después de haber pasado por una sala inhóspita. El guapito, que se llama Delko, no paró de preguntarme por gente que dice que conozco y yo a penas recuerdo o no quiero recordar, eran personas muy aburridas. Me enseñan fotos y me acusan de cosas horrendas. Como a veces veo películas en la tele, les he dicho que no hablaré si no viene mi abogado, parece ser que es una frase que sirve de verdad. Ha valido de poco. Despediré a mi letrado.
Estoy acusada de dos asesinatos, me parece demasiado considerar asesinato a mi acto generoso de librar a la sociedad del mal gusto y la prepotencia de dos personas. Sí, esa que se atrevió a decidir cuál era el color que me favorecía y aquella otra mal vestida que me reprendió.
Dicen que me pueden condenar a muchos años de cárcel, es injusto, pero no será peor que seguir viéndome vestida de naranja.