Mucho ruido y pocas nueces. En eso se convirtió la sesión de ayer del Congreso, en la que fue aprobado, por amplísima mayoría, el Proyecto de Ley Orgánica de Abdicación de don Juan Carlos.
A pesar de tratarse de un mero trámite parlamentario, algunos habían querido convertir esta votación en una declaración de apoyo o repulsa a la Monarquía. Finalmente, el “Sí” se imponía por 299 votos a favor, 19 en contra y 23 abstenciones. Solo tres diputados del PSOE rompían la disciplina de su partido: el ex alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, que se abstenía, y dos parlamentarios, Guillén García Gasulla, de Baleares, y Paloma Rodríguez, de La Coruña, ausentes del hemiciclo.
Los más estrambóticos aprovecharon para montar su numerito. Los diputados de Amaiur, tras acusar al Rey de torturas y desplegar una ikurriña en la tribuna, abandonaban la Cámara con su habitual gesto displicente de pistoleros perdonavidas. La diputada socialista María Isabel López i Chamosa, al votar, exclamó “Sí, que se jubile”, en una clara alusión al rey, que vino a demostrar el escaso nivel, respeto y educación de algunos de nuestros parlamentarios. Los de Izquierda Unida aprovechaban el momento de la votación para proclamar que “por la República, votamos No”, y los de Esquerra Republicana, como Joan Tardá y Alfred Bosch, en una constatación de que, sea cual sea el debate, ellos van a lo suyo, coreaban “por la república catalana”. Mucho ruido, sí, pero al final, normalidad constitucional, sin más.
El papelón fue para Durán i Lleida, que tuvo que ceñirse estrictamente, en su condición de portavoz de CiU, al guión previsto por la coalición nacionalista, a pesar de sus diferencias con Artur Mas. Convergència i Unió, al igual que el PNV, se abstenía con el argumento de sentirse excluida del pacto constitucional. El pobre Durán, que nunca perdonó a Pujol que le impidiera ser ministro de Exteriores en el gobierno de Aznar, navega sin rumbo a bordo de la nave del catalanismo indefinido, viéndose desbordado por la ola secesionista de su coalición. En este momento, no sabe si sube, baja, se queda o se va.
Tras el numerito de los diputados “frikis”, Rubalcaba respira tranquilo por haber asegurado la continuidad dinástica a la que se había comprometido. Su problema, ahora, es saber cómo acabará un PSOE que se desangra y cuya lucha por el liderato promete ser el auténtico espectáculo previo a las vacaciones de verano. Las elecciones europeas y la abdicación del Rey han dado para mucho. Y seguro que estos asuntos seguirán dando de qué hablar.