«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

San Isidro 2023

4 de junio de 2023

Acaba la feria taurina de San Isidro y llega el momento de las reflexiones y los resúmenes. Lo primero y más importante, es que hay que proclamar que la plaza de toros de las Ventas sigue siendo un gran espacio de libertad pese a la cutrez que nos invade, y que nos quieren imponer: la gente acude en masa a ver los toros; se divierten, beben y fuman, e incluso unos muchos, se ponen de gala para acudir. La afluencia de gente joven es notoria.

En lo artístico, la feria ha sido muy pobre. Los toreros de relumbrón, las figuras, han pasado sin pena ni gloria, muy discretamente, probablemente debido a que imponen unas ganaderías, siempre las mismas, que no tienen toros con hechuras para la muy exigente plaza de Madrid. 

El público ha vibrado con los llamados toreros modestos, que se han jugado la vida con una enorme honradez: Román, Saldivar, Adrián, Gómez del Pilar, Luque salen de la feria con una nota muy alta, aunque dudo que les sirva de mucho entre el empresariado taurino.

El gran triunfador de esta feria ha sido la empresa. La plaza se ha llenado como nunca, la recaudación se ha disparado e incluso han sido capaces de convertir la plaza de toros en un enorme local de moda con las copas más caras de la ciudad durante el mes de mayo. Pero la Fiesta no sólo es un negocio, un espectáculo; debe ser un acontecimiento cultural y artístico, pero esto lo cuidan poco nuestros taurinos. A uno de ellos, de los más notorios, se le escapó un comentario muy elocuente hace poco: había «que forrarse hasta que lo prohíban».   

Y es que, pese a estos, pese al cafrismo del taurinaje, la Fiesta sobrevive. Nuestra fiesta nacional para ser esa fiesta cultísima y perfecta que definía Lorca requiere de unos equilibrios. No se puede primar al torero frente al toro, ni al público frente al aficionado. Hoy en Madrid está completamente desequilibrada en favor de toreros y público. 

Hay que recordar que, en Cataluña, y también en Canarias, el taurinaje apostó por el público turístico. Los nacionalistas simplemente le dieron la puntilla al bajonazo que le venían practicando a la Fiesta los taurinos con sus corridas fraudulentas y devaluadas para turistas.

Hoy la gente acude en masa a las Ventas, pese al clima (¡sólo a los taurinos se les ocurre hacer la feria más importante del mundo en mayo, el mes de clima más inestable del año!), también pese a los precios estratosféricos y la incomodidad de una plaza diseñada en los años veinte para el español de entonces; te sientan en una piedra estrecha durante más de dos horas. Pero el público viene y va, es muy caprichoso y hay que hacer afición. Esa es la simiente del futuro de la fiesta. Los toros hoy en Madrid están sin duda de moda al menos durante la feria, veremos el resto de la temporada, pero las modas pasan y son difíciles de recuperar.

Es necesario incorporar la voz del aficionado en la gestión. A nadie se le ocurriría dejar la dirección del museo del Prado en manos de la contrata de limpieza o de seguridad. Hay ejemplos en Francia de clubes de aficionados que organizan ferias muy interesantes y que han contribuido a que exista en Francia una afición seria, exigente y muy apasionada. En Madrid tenemos un ejemplo, como es el club Tres Puyazos que organiza a la manera francesa una interesantísima miniferia para el aficionado que es todo un éxito pese a llevar sólo dos años. 

La cultura también puede ser entretenimiento y negocio, pero cuando sólo se limita a esto, acaba devaluándose y desapareciendo. En Cataluña, a la gran mayoría de la gente simplemente le importó un bledo que prohibieran los toros, hacía muchos años que habían echado a los aficionados de sus plazas de toros.

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