Pedro Sánchez está batiendo récords, su nivel de mentiras no hace más que crecer. Desde hace años apuntaba que tenía serios problemas de coherencia. Sus contradicciones como líder de la oposición y presidente del Gobierno fueron consagradas con aquella afirmación de su inefable vicepresidenta egabrense, doña Carmen Calvo, hoy fulminada, cuando dijo que una cosa es lo que había dicho Pedro Sánchez como individuo y otra Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
El covid fue hasta hace poco el culpable de todo, pese a que sufrimos el confinamiento más duro de Occidente y pese a que tengamos los peores ratios de muertes y desastre socioeconómico también de Occidente.
Ahora es Putin el culpable. Hasta del paro y el desbarajuste económico que sufrimos con una inflación muy preocupante sobre todo en lo que se refiere a la energía. Todo ello pese a que la invasión de Ucrania (lo de llamarle guerra a este ejercicio de matonismo me parece casi inmoral) empezó hace poco menos de dos semanas. La destrucción económica y social que estamos viviendo no tiene parangón. Mientras, el Gobierno no hace absolutamente nada; más que subir y subir impuestos y poner cara, pues de eso, de Sánchez.
Cuando el sabio pueblo español con sus votos cierre la puerta de su Gobierno, sólo quedará el recuerdo de un presidente mentiroso y soberbio
Una invasión apoyada por sus coaligados en el Gobierno y por quienes le apoyan con sus votos en el Congreso de los Diputados. Muy elocuente fue la votación de condena de la invasión en el Parlamento Europeo que contó con un puñado de votos en contra, todos españoles, todos socios del Gobierno.
Uno entiende que la política tiene, por llamarlo de alguna manera, una relación peculiar con la verdad y la realidad. Pero lo de este hombre, lo de nuestro —porque lo es— presidente de Gobierno roza lo clínico. Porque Sánchez miente a sabiendas que le van a coger en la mentira y le da igual. Quizás sea deliberado y responda al consejo del último Redondo de turno, que siguiendo la máxima de Manuel Benítez ‘El Cordobés’ cree que lo que importa es que hablen de uno, aunque sea mal.
Otra opción es que puede que Pedro Sánchez se crea lo que dice, y entonces, reitero, estaríamos ante un problema que debería ser diagnosticado. También puede ser, y es bastante habitual entre algunos miembros despreciables de nuestra clase política, que piense que el pueblo español es idiota y que traga con todo.
Tenemos un presidente que ha entrado en barrena y que va camino de la debacle electoral y personal. Aunque el gozo de estar aún en La Moncloa y hacer uso de sus privilegios y juguetes debe aliviar un mandato en el que ha gobernado poco y mal, ha desunido a los españoles, ha vejado a las instituciones pactando con los enemigos de la convivencia nacional y no ha dejado más huella que un talante y unas formas lamentables que se evaporarán en el recuerdo. Y además, ahora, acecha la sombra inevitable de la corrupción sobre su Gobierno y allegados.
Cuando el sabio pueblo español con sus votos cierre la puerta de su Gobierno, sólo quedará el recuerdo de un presidente mentiroso y soberbio que no estuvo ni mucho menos a la altura de los tiempos.