«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Sánchez y los peugeotnautas

16 de junio de 2025

Según dicen los expertos y mis no menos expertas amigas, la jeta, es decir, el rostro con el que Sánchez compareció ante los medios tras destaparse el escándalo protagonizado por el peugeotnauta Santos Cerdán, estaba perfilada gracias al contouring. Ignorante de esos recursos cosméticos, cuando vi aparecer en pantalla al Presidente, me acordé de una coplilla que cantaba Morente: «Tienes la cara/de haber pasao/una noche mala». Pintura e insomnio no son, en cualquier caso, incompatibles. A pesar de haber dado infinitas pruebas de poseer un cuajo sólo a la altura de su narcisismo -recordemos su «yo estoy bien»-, no se puede descartar que la noche anterior a presentarse ante sus subvencionados medios, a Sánchez le costara coger el sueño. Tratar de hacer creer al público que no sabías nada de los mangoneos de aquellos que te auparon al poder no es tarea fácil, por lo que era necesario preparar, incluso ensayar, la escena. Sánchez contaba ya con el precedente de aquellos días en los que se retiró para, finalmente, presentarse ante Felipe VI, con el que tantas risas comparte, para decirle… ¡que se quedaba!

En esta ocasión, el antiguo alumno del Ramiro arrastró su palmito hasta el atril y, una vez allí, accionó los resortes que tan bien conoce: los del sentimentalismo. Sánchez apareció teatralmente demacrado, como si se tratara de un figurante en una película ambientada en los Cárpatos, como si hubiera pasado por las manos de un tanatopractor. Si nos ponemos exquisitos, la escena evocó los últimos momentos de la vida de Augusto que, en trance de muerte, pidió ser peinado y maquillado, y sin necesidad de contouring, dijo: «Acta est fabula, plaudite!», que significa, «La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!».

A diferencia del emperador romano, en el caso del marido de Begoña nada hay que aplaudir pues, además, no se trata de una comedia, sino de una tragedia. De una tragicomedia, acaso, pues el desfile de sobrinas, mordidas, escuchas y otros elementos le dan un toque chusco a la corrupción delictiva que le rodea y a la que él, dice, ha sido ajeno, argumento que ha hecho pensar a muchos en la culpa in vigilando en la que habría incurrido ese gran controlador del partido apellidado Sánchez.

Con ser grave todo lo expuesto, las peores acciones de Sánchez, en quien algunos han querido ver un mero instrumento de los negocios de su suegro, un experimento que, como si de un Frankenstein madrileño se tratara, se fue de las manos, son otras. No se puede negar que los trapicheos del trío que le ha acompañado durante años son de suma gravedad. Tanta, por cierto, como la de las empresas implicadas, a las que no se quiere prestar atención. Tanta, también, como la actitud de esos plumillas que denunciaban la existencia de una máquina del fango, manifiesto mediante. Lo peor de Sánchez, sin embargo, ha sido la concesión de unos indultos y de una amnistía, a cuyo pie se estampó una regia firma, a unos individuos que intentaron, y que volverán a hacerlo con el Estado más desarmado, consumar un robo irreversible y de escala muy superior a la que cabe en un sobre.

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