«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.

Sangenjo

7 de mayo de 2023

En los telediarios siempre me pareció un peloteo insufrible, cuando no un vasallaje, la forma de saludar o despedir a los periodistas que informaban desde alguna de nuestras comunidades autónomas bilingües. Esos bon día, boas noites o gabon me llegaban al alma. Además, me llamaba la atención que no se hiciera lo mismo con los corresponsales internacionales. ¿Por qué no good morning, bon soir o guten morgen?

Me fastidia también la falta de reciprocidad. Todavía no he visto a un solo presentador que se exprese en esas lenguas cooficiales corresponder con un saludo en español. La reciprocidad es importante. Y tiene que ver con la educación, el principal activo de un país según mi querido Escohotado.

Pero pedir educación a los nacionalistas lingüísticos, en fin… Son los que construyeron una falsa mística de prohibición y represalias. Los que se permiten decirte «¿por qué no hablas más en valenciano?»  Los que se cabrean si en vez de decir Torrent dices Torrente, en español. Los que imponen su idioma sin piedad alguna. ¿Se imaginan sus caras si esto sucediera al contrario? ¡El drama!

Compromís, un partido inútil donde los haya, denunciaba que en Madrid, en el kilómetro cero, se ha escrito Valencia y no València. Trasladan, junto a los socialistas, su «monumental enfado» al otro ayuntamiento. Menudo drama. En eso están. Aparte de la chorrada, no sólo pretenden dictar cómo hemos de hablar los valencianos, en qué lengua aprenden nuestros hijos o cómo hemos de comunicarnos con la administración. Ahora se lo quieren imponer a Madrid.

Compromís es un partido indistinguible del psoe, de Podemos o de la nueva marca blanca de la izquierda, esa que dice que suma. Por eso se afanan en marcar paquete lingüístico. En las últimas elecciones justificaron pactos y apoyo a Sánchez a cambio de arreglar la infrafinanciación de nuestra comunidad. Un par de legislaturas después queda claro su inutilidad y su poca vergüenza: no han cambiado nada.

Otro de sus ejes era el cuidado de la gente. Como si un político pudiera estar a otra cosa. En cuanto hubo que elegir entre una menor de la que se abusó sexualmente y su depredador, marido por aquel entonces de Mónica Oltra, quedó claro a qué gente se referían. A su gentuza.

Se han empeñado también en cederle ventajas a sus hermanos mayores, los nacionalistas catalanes, a quienes permiten el crecimiento de infraestructuras que aquí congelan. También les regalaron uno de los acontecimientos deportivos más rentables que hemos tenido, la Copa América.

Desaprovechan el nombramiento de la ciudad como capital mundial del diseño. Valencia no ha llevado a cabo la transformación que requiere tal honor. En nuestra plaza principal, que acoge mercadillos de bragas, se eternizan unos arreglos temporales horrendos y a su lado crecen súper manzanas al estilo Colau, con pinturas chillonas en los suelos que quitan el hipo de horteras, aniquilan cientos de plazas de aparcamiento y roban mesas a los hosteleros. No les queda más que montar numeritos como el de esta semana.

Piden al ayuntamiento de Madrid que cambie el nombre de nuestra ciudad por el que ellos han impuesto: València. Pretenden modificar el idioma español. Yo espero que Madrid se niegue y rotule en su idioma. Pero constato que hay precedentes. Castelló, A Coruña, Lleida…

Una cesión más. Me desespero. ¡Cómo explicar que con estos sinvergüenzas no sirve la educación, no vale ceder un ápice!. Quiero reciprocidad. La misma intolerancia con la que nos tratan ellos. Que prueben su propia medicina.

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