«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Sareb y el capitalismo de amiguetes

29 de enero de 2022

Sareb, fondos de reindustrialización (Reindus), Plan ZP,  privatización de Rumasa, el INI… Cuando el Estado se pone a hacer negocios, la cosa siempre acaba mal. 

La última hazaña es la Sareb —la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria, más conocida como ‘el banco malo‘— que manifiesta tener un agujero de 35.000 millones de euros o casi tres puntos del PIB.  Es decir, el crecimiento de nuestra economía en un año bueno. Es probable que las pérdidas de la Sareb que ahora propone quedarse el Estado por un precio simbólico sea muy superiores a esa cantidad. Habrá que esperar a leer el informe de la Airef como si fuera una novela gótica, pero de economía.

Todos estos episodios —o más bien sucesos— implican una socialización de las pérdidas en las que incurren grandes empresas privadas. Es decir, las empresas pierden y los contribuyentes pagamos. En muchos casos pierden los accionistas, en contadas ocasiones pierden los ejecutivos, incluso en algún caso se han llevado pingues bonus de salida a cuenta del contribuyente.

Nuestra estructura empresarial tiene bastantes defectos, y uno de ellos es el capitalismo de amiguetes que sufrimos.  Una de las paradojas del consenso progre es la pasión amorosa que tienen los progres que nos gobiernan por los ricos en su versión de capitanes o capitanas de grandes empresas. Les gustan mucho más los altos ejecutivos de sueldos galácticos que los empresarios que con sudor y esfuerzo han hecho su fortuna.

Los altos ejecutivos respaldan todas las reivindicaciones del consenso progre y se aseguran la socialización de las pérdidas si pasa algo

Los ejecutivos de las grandes empresas suelen ser más maleables y acomodaticios al poder político.  El empresario hecho a sí mismo suele ser más tosco y tiene menos miramientos, pues sabe lo que vale cada euro que produce y detesta el despilfarro empezando por el del sector público. 

Además, los altos ejecutivos españoles practican sin ningún pudor lo que en acertadísima expresión el profesor Quintana Paz denomina el capitalismo moralista. Estas grandes corporaciones promueven y respaldan todas las reivindicaciones del consenso progre e incluso del wokismo: las políticas de género, todo el arsenal medioambiental, las reivindicaciones sexuales, sociales y demás etcéteras. Con ello mantienen un hilo que satisface y respalda a quienes gobiernan, y se aseguran la socialización de las pérdidas si pasa algo. Las pequeñas y medianas empresas y los autónomos simplemente no se pueden permitir practicar todo el abanico de tonterías que exige el capitalismo moralista.

Pero es que además, en nuestro caso va mucho más allá pues el capitalismo de amiguetes no sólo se da en todo el territorio español, sino que además han conseguido generar en muchas comunidades autónomas su propio sistema clientelar.bRecuerdo hace algunos años cómo un alto ejecutivo se vanagloriaba dehaber consultado con el presidente autonómico el fichaje para su empresa de un personaje de la política. Hasta ese extremo llega el ridículo, y el intervencionismo

En conclusión, más despilfarro y postureo para no abordar los grandes problemas de nuestra estructura empresarial: la falta de I+D, un mercado de trabajo de locos con una cifra de desempleo altísima mientras faltan trabajadores en muchos sectores, la desindustrialización, la deslocalización, el tamaño ínfimo de la abrumadora mayoría de nuestras empresas… Pero claro, estos no son problemas que afectan a los altos ejecutivos, ni a nuestros gobernantes; ellos tienen otras prioridades. 

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