«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Se amotina el protocolo

3 de mayo de 2023

Es curioso que el 2 de mayo, día del levantamiento popular, se celebrara con una disputa entre políticos por el importante asunto del protocolo, ceremonial de élites al fin y al cabo.   

Como si fueran temibles mamelucos, o como si lo fuera él, Bolaños se las vio con las encargadas de protocolo de la Comunidad de Madrid. Con la cantidad de trepas y comecanapés que hay en la capital, estas señoras son, seguro, unas «fenómenas». Unas Militao de la moqueta.

Nadie podía esperar que el okupa del evento fuera un ministro, con más ganas de fotocall que una influencer, pero esta vez había que moverse para no salir en la foto.

Como cada uno de estos políticos lleva un séquito digno de un rapero, Bolaños delegó la palabra y alguien, con legalismo sentencioso, repetía: «Estáis incumpliendo el decreto». Pues vete al TC, majo, pudieron responderle, pero lo que el protocolo hizo fue amotinarse.

Y en eso quedó el dos de mayo: en un motín del protocolo frente al político. No hubo pueblo, pero al menos hubo motín y con eso se conformarán los sedicentes patriotas liberales, callando que de estas guerrillas entre administraciones sacan algo las dos, Sol y Moncloa, Génova y Ferraz, pues las dos tienen vuvuzelas de sobra para rentabilizarlo.

Pero no perdamos de vista que era un dos de mayo, la fecha de la insurgencia popular española, y que dos políticos se peleaban por la foto. No dos políticos, sus asesores o encargados. Es tan absurdo como que esta festividad haya quedado para la pompa de la Comunidad de Madrid, que ni capital es. ¿Qué realidad o entidad histórica tiene lo que comparten Coslada, Móstoles y Chinchón para patrimonializar el levantamiento popular?

Tendría que ser una fiesta nacional, La Fiesta quizás, pero el sentido del dos de mayo se quedó, como el de la Hispanidad, a medio cocer. El pueblo sin sus élites se levantó contra la invasión francesa y sus reformas, y eso lo celebran precisamente nuestros afrancesados de ahora, que conectan ese levantamiento popular con la Constitución de Cádiz para exaltar una nación y una constitución que no eran la ‘constitución material’, lo que sí defendía la gente: lo que era y había sido España, lo que había, sus formas de ser y gobernarse.

Mientras los liberales patriotas de entonces redactaban la Pepa, los franceses asediaban Cádiz. Los hijos de la Revolución cercaban a los émulos de la Revolución.

¿Era el español contra el invasor o el pueblo contra sus élites? Porque afrancesados eran los napoleónicos y los de Cádiz. ¡Todos querían darle a España nueva constitución!

Siglos después, el equívoco sigue. La nación está nominalmente recogida en la Constitución, pero lo justo, lo mínimo para sostener el paripé: una única mención frente a las 74 que ha contado Torrox para las comunidades autónomas; y una de ellas convierte el dos de mayo en hecho regional. El ayusismo se aprovecha, habla por la nación, se sale un poco de sus zapatos, y a la presidenta, rodeada de pelotas y alabarderos, le falta sacar unos tanques a Sol.

Ayuso y MAR están haciendo algo fabuloso: Madrid no imita a las autonomías, imita al Estado y se convierte en plaza para hacer política nacional alternativa explotando la capitalidad y la eterna suspicacia competencial.

El dos de mayo nacional se reivindica como empanadilla mítica por los nuevos afrancesados que detestan, aunque explotan, el populismo y el nacionalismo. ¡Viva el pueblo! Pero ¿dónde está el pueblo? ¡Viva la nación! Pero ¿dónde está la nación? Un dos de mayo autonómico convertido en guerra protocolaria entre partidos globalistas francogermánicos es lo menos dos de mayo que pueda imaginarse, pero el guirigay referencial es total y la gente dará por buenas las Malasañas del protocolo.

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