El último que pensó que podía hacerlo fue Albert Rivera. Y ya ven cómo terminó. Creo que ahora va dando cursos de liderazgo. El otro día estuvo Esperanza Aguirre en Barcelona. Y, a una pregunta del público, opinó lo mismo. Aunque, en su caso, barre para casa. No sé si en el acto con los de S’ha Acabat. O luego en la presentación de su último libro, «Una liberal en política”.
El PP, en efecto, tiene una sólida implantación territorial. Y, en principio, es la «alternativa» de gobierno. Además, gobierna en doce comunidades autónomas. En algunas con apoyo de VOX para los presupuestos. Y en numerosos ayuntamientos. Muchos, capitales de provincia. Pero tampoco lo descarten.
Los partidos mayoritarios han empezado siendo minoritarios. El Frente Nacional francés —ahora Rassemblement national— era extraparlamentario hace unas décadas. Como la tan criticada Alternativa por Alemania. Aunque su gran espaldarazo fue la política de puertas abiertas de Merkel con los refugiados. Ya dieron la campanada en las elecciones regionales de Sajonia y Turingia con más del 30% de los votos. En las elecciones federales quedaron segundos con el 20%. Vencieron incluso al histórico SPD, los socialdemócratas. A Willy Brandt y Helmut Schmidt les hubiera dado un patatús. Además, están de suerte porque el veto de la CDU los ha lanzado a ser la auténtica oposición. Los demócrata-cristianos han preferido la denominada gran coalición. Mejor para AfD. De hecho, no paran de crecer en las encuestas.
El mundo está cambiando. Lo que algunos se empecinan en llamar «extrema derecha» gobierna en Estados Unidos, en Italia, en Hungría. Acaba de ganar en Polonia también. El PP, en cambio, quiere y no puede. A Feijoo ya se le escapó la victoria en aquella última semana. Lo he dicho siempre: cayeron en la trampa de La Moncloa. Estaba más pendiente de desmarcarse de VOX que de criticar al PSOE.
El segundo error que cometió fue ir de ganador. En política no se puede vender la piel del oso antes de cazarlo. Y hay que pelear hasta el último voto. No hay nada ganado. Plantó el debate electoral. Dejó a Santiago Abascal solo ante los leones. Recuerdo un mitin en el Turó Park de Barcelona, el 17 de julio del 2023, en el que hasta apeló a los votantes de Podemos para los que «no quieren que VOX tenga capacidad de decisión». A la hora de la verdad, los votantes de Podemos se quedaron en casa, se pasaron a Sumar o votaron directamente al PSOE. Pero dudo mucho que alguno se pasara al PP.
El punto débil del Partido Popular es la inmigración. No hablan porque de este asunto habla VOX. Siempre temen que, desde La Moncloa, los metan en el mismo saco. Esos complejos atávicos.
En las elecciones autonómicas de 2024, el único momento en que habló de inmigración fue durante un mitin en Cornellà. Concretamente en San Ildefonso, un barrio que, en los años 60 y 70, recibió inmigrantes del resto de España. Ahora estas mismas personas están preocupadas porque llega otra inmigración. De países distantes, con valores diferentes e incluso opuestos. Con los problemas de convivencia e incluso de inseguridad que ello genera. Pero el PP, en estos temas, siempre va con tiento.
Recuerdo cuando Daniel Sirera fue designado alcaldable por Barcelona. Estuvo de suerte porque su cargo anterior había sido jefe de gabinete de Carlos Mazón. O sea que ahora se comería el marrón. Como le conozco hace muchos años, fui a la rueda de prensa de presentación. Lo primero que dijo es que había ido al Raval, el barrio con más inmigración de Barcelona, sobre todo islámica. Pero ni siquiera pronunció la palabra. Como el pasado miércoles, en la sesión de control del Parlamento catalán; Alejandro Fernández sacó a relucir la multirreincidencia. Últimamente, el PP catalán está centrando su discurso en la inseguridad ciudadana, uno de los puntos débiles tradicionalmente de la izquierda. Pero tampoco pronunció la palabra. Cuando todo el mundo sabe que la mayor parte de los multirreincidentes son extranjeros.
Todo esto viene a colación porque Alberto Núñez Feijoo estuvo el mismo día en Melilla. E hizo un alegato contra la inmigración ilegal. «Quien venga a delinquir y a no respetar nuestros valores se irá por la misma puerta por la que entró”, proclamó. A buenas horas, mangas verdes. Me recuerda aquella vez que el número dos del partido, Miguel Tellado, propuso utilizar a la Armada contra los cayucos. Yo no sé si la Armada está para estas cosas. Tiene funciones más militares que policiales. Pero, desde luego, seguro que puede hacer más cosas de las que hace ahora. También está para el control de las fronteras marítimas. Lo mejor de todo es que eso mismo lo propuso VOX hace cuatro años. Y entonces el PP se opuso. Así todo.