Nota previa: «latino», por supuesto, en su sentido mediterráneo.
Ha vuelto a España Juan Carlos I y coincidiendo con su llegada ha mandado un vídeo de felicitación a Julio Iglesias por su 80 cumpleaños. Un octogenario del cherchez la femme reconocía a otro, al cantante que con sus canciones definió un tipo de hombre: el de «me gustan las mujeres, me gusta el vino… amo la vida y amo el amor»; el hombre «algo bohemio y soñador; a veces cuerdo, y a veces loco»
Esta canción, Soy un truhan, soy un señor, es un himno de 1977, en plena Transición. Por esos años, algo de ese tipo humano cantado por Julio se reprodujo en artistas jóvenes.
En 1981, Francisco sacaba Latino (con el calor de una copa de vino), En su canción reaparece similar tipo moral y de masculinidad: «Bohemio, con la mirada de un loco risueño». Se repite la locura, pero una locura no clínica, sino casquivana, bonita, alegre, grata a los demás; si en Julio era locura de soñador, esta es de «forjador de sueños».
En el Latino de Francisco también el sujeto está escindido, partido en dos, el hombre es «mitad señor, mitad correcaminos» (parecido a la oposición señor/truhan). Se trata de un «vagabundo solitario al sol», errabundo, aunque de una errancia con anclaje, pues «no es por casualidad que tenga yo mi hogar junto al mediterráneo». ¿Pirata del amor a orillas del mare nostrum? El latino de Francisco niega despreocupado la posibilidad fisiológica del compromiso: «No es por casualidad que viva la pasión apasionadamente. Que no pueda guardar jamás fidelidad».
Ese mismo año, 1981, un joven Bertín Osborne lanza Amor mediterráneo, canción de galán donde el sujeto, también en busca del amor (Don Juan-Quijote marinero), que ha recorrido el mundo entero detrás de ti (ideal)», echa raíces por fin donde encuentra «el puro amor, el amor mediterráneo». El Mediterráneo de Osborne es también puerto de llegada, y el hombre-bohemio un Odiseo en busca del hogar.
Quizás todo venía de Serrat, que unos años antes, en 1971, ya había cantado más poéticamente y con mayor hondura al Mediterráneo como patria. En Serrat no era el lugar del último, sino del «primer amor», cuna de un sujeto algo licencioso que guarda «amor, juegos y penas», también con «alma de marinero», también de moral ambivalente, pues es «cantor» y es «embustero». El homo mediterraneus de Serrat, en 1971, es un sujeto epicúreo, esclavo de lo sensual («me gusta el juego y el vino»), igual que el truhan de Julio Iglesias alcanzará su apogeo en el verso «me gustan las mujeres, me gusta el vino».
En los 70 y hasta el 81, entre el lírico Serrat y el seductor Julio, la canción melódica española crea un personaje canoro que es galán, mujeriego, bohemio, un poco disoluto, no del todo alocado, no del todo señor, que encarna lo mediterráneo. ¿Es un alejamiento de la firme moral castellana? ¿Anticipa la relajación sensual del hombre setentayochista, ribereño y despreocupado, sin heroísmos atlánticos ni enterezas mesetarias?
Serrat, Bertín, Francisco y Julio Iglesias cantaron, en años de Transición, a un tipo de hombre mujeriego, hedonista, informal (líricamente campechano), imperfecto y con tacha moral, de hidalguía menguante o decaída, errático e individualista y… ¿no encarnaba el borbónico patrón del Bribón, surcador del mediterráneo balear, a ese hombre «con alma de marinero»? Más que en la canción protesta, sería en la melódica, con Julio Iglesias de faro, donde encontraríamos la clave y tipo humano de esos años, ya en trance de parodia y superación.