Por supuesto que el fallo del Tribunal Constitucional suspendiendo por unanimidad el referéndum en Cataluña el 9 de noviembre, no podía ser otro. Si bien, y al mismo tiempo, se lo han servido en bandeja al Presidente catalán que, en realidad (y aunque parezca incongruente) era lo que venía buscando. Ahora utilizará todos los argumentos legales vertidos, para darles la vuelta y presentarlos como un ataque frontal del Estado español a los catalanes. Dentro de unos días podremos escuchar a Mas y a los suyos protestar en los siguientes términos: “nos acusan de ir contra la Constitución, que atentamos contra el derecho de todos los españoles, nos acusan de malversación de fondos públicos, de prevaricación, sedición, que somos un pueblo hostil, que estamos dividiendo a los catalanes, que nos alejamos de Europa, nos quieren llevar a los Tribunales, etc. etc. etc.” Y va a decir la verdad, pero no hay mayor maldad que la verdad retorcida y mal interpretada. Hace poco tiempo pudimos ver en televisión un documental donde niños catalanes de 8 a 10 años daban su opinión sobre la situación en Cataluña: “los impuestos que pagamos aquíse los llevan a Madrid, y claro, esto no puede continuar así”, decía uno de los chicos adoctrinados; las opiniones del resto, eran similares, o sea patéticas. Esta situación seguirá ampliando el adoctrinamiento en el sentimiento secesionista que iniciaron hace más de 30 años, sobre todo, en esa primera juventud sin información adecuada, que mañana será imposible reconducir hacia la verdad y el sentido común. Y el problema se enconará cada vez más.
Esta es la situación que persigue Artur Mas: seguir amenazando con la independencia como única forma de conseguir dinero a costa del resto de las autonomías. No desea otra cosa. Y nuestro Gobierno no aprenderá nunca la lección que nos ha dado tanto Canadá como Inglaterra, cuando autorizaron sendos referendums en Quebec y Escocia, y los perdieron (como vaticinaron las encuestas, igual que en Cataluña) poniendo así fin al problema para siempre. Si algún día aprendiéramos la lección, se autorizaría el referendum en Cataluña, y se le taparía la boca definitivamente a esa minoría secesionista liderada por quienes sólo buscan dinero, no la independencia.
Lanzarote.