«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""
Nació en diciembre del 75 a bajo cero en Granada y eso imprime carácter. Ha vivido entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo a un lado y al otro. Sureña en toda la extensión de la palabra y el territorio. Diplomada en Relaciones Laborales, desde pequeña se ha dedicado a escribir y a aprender de los que escriben. Liberal y contestataria, defiende sus causas y sus sueños desde el respeto. Tolerante, pero no moldeable. Normal, pero no vulgar."""

Smelly Cat

18 de febrero de 2014

Adoro que Günter me vea entrar y sepa exactamente lo que quiero. Me adivina el pensamiento y me elige hasta el muffin que quiero tomar. No se equivoca. Me siento detrás del sofá y me apoyo en una de esas mesas altas. No es el lugar más cómodo del Central Perk pero desde en medio del local puedo absorber todo lo que está pasando. No necesito ningún libro, no voy con compañía, voy allí a disfrutar del ambiente. Es el mejor local del Village. No sólo charlo con Günter o los otros camareros, cuando Rachel trabajaba allí, a veces se sentaba conmigo y hablábamos. A ella no le gustaba trabajar y a mi me gustaba las historias que me contaba.

Este grupo de amigos llega a diario, poco a poco. A veces vienen todos y otras veces sólo algunos de ellos. Me quedo embobada viéndolos y aunque sea de mala educación, escucho sus conversaciones. He vivido junto a ellos, aunque no lo sepan, momentos memorables, soy incapaz de recordar en cuáles he tenido que contener más la risa o la emoción.

Fue impactante cuando Rachel llegó vestida de novia o cuando nació el hijo de Ross. Recuerdo preparar las audiciones de Joey y todas sus novias. Todo lo que se han reído de Chandler y esa novia tan horrible que sólo repetía «Oh, Dios mío, Chandler Bing», Janice creo que se llamaba. Sus discusiones sobre hombres y mujeres en las que ellos aprendían tanto de ellas. La competitividad de Mónica.

He estado tentada muchas veces de caminar esos 97 pasos que dice Joey que hay entre el Central Perk y su apartamento, para así seguir disfrutando de ellos, pero quedaría un poco extraño. Cuando se van, pago mi cuenta, me despido y vuelvo al día siguiente esperando que aparezcan para seguir riendo en la sombra.

Esta semana ha sido estupenda porque Phoebe ha actuado varias veces, además se había resfriado y tenía una elegante y dolorida voz de blues. Hemos llenado el local esperando sus canciones desgarradoras y subjetivas. Ha cantado como nunca. Lo malo es que a veces le daba la tos y no podía seguir, pero hemos aplaudido a rabiar.

Estamos esperando que aparezca para su actuación de hoy, lo hace en menos de una hora. Es muy profesional y no suele fallar. Ya la veo. Por ahí viene con todos los demás. Es espectacular, muy guapa, pero la mujer más rara que he visto en mi vida, y decir esto en Nueva York es muy difícil. Los demás ya se están sentando en el sillón de terciopelo de color indefinido, entre naranja y marrón -quizás sea ese un extraño color tamarindo-. Rachel está sobre Ross en una silla y todos pendientes de ella.

Phoebe se coloca la guitarra y nos comenta que ha perdido su voz de blues, pero sigue siendo encantadora, anima el café. Empieza a cantar mi canción favorita: Smelly Cat, va dando paso a sus amigos que cantan cada uno su trozo y después, entre todos, coreamos el estribillo. A pleno pulmón. No hay mejor manera de terminar el día que entre Friends.

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