Tiros contra estudiantes, que caen asesinados ante la mirada cómplice del gobierno y el silencio de la misma comunidad internacional que tanto habló de la primavera árabe. Los chicos detenidos, denuncian plataformas en defensa de los derechos humanos, estarían sufriendo todo tipo de vejaciones psíquicas y agresiones físicas en los cuarteles a los que son conducidos. Se desconoce el número exacto de estudiantes que permanecen desaparecidos. Es lo que está sucediendo estos días en la Venezuela de Nicolás Maduro, heredero en elecciones controvertidas del “socialismo del siglo XXI”, que es el socialismo de toda la vida, de Hugo Chávez y Heinz Dietrich. Nos lo relataban este pasado domingo en Ya es Domingo de Radio Inter, Virginia Linares, del equipo de prensa de Henrique Capriles, William Cárdenas de la Plataforma Democrática de Venezolanos en España y el periodista exiliado Noé Pernía.
Maduro arremete con fiereza contra la oposición formada por grupos liberales, partidos marxistas como Bandera Roja, socialdemócratas como Henrique Capriles o conservadores como Leopoldo López, cuya detención ordenaba el tirano estos días. En defensa del socialismo que ha colocado a Venezuela como el país con mayor tasa de homicidios del mundo. Un país rico en recursos naturales, véase el petróleo con el que se compran silencios o ayudas como la de las decenas de miles de funcionarios cubanos que se han trasladado hasta allí, en donde los productos de primera necesidad –desde la leche hasta el papel higiénico pasando por los tratamientos médicos contra el cáncer- son un lujo escaso por la gracia de la economía planificada. La inflación del año 2013 superó el 56,2% mientras el iluminado mandatario socialista, la propaganda siempre presente, denuncia más de una docena de intentonas de golpe de Estado contra su régimen en poco menos de 10 meses. El resultado, el habitual siempre que se implanta un régimen colectivista: miseria, hambre, maltrato y muerte.
A la ausencia de decoro de los dirigentes de IU, ya no sorprenden a nadie, se ha unido el etarra Arnaldo Otegi, ese preso con Twitter, quien ha enviado su solidaridad con el régimen. Pablo Iglesias, el penúltimo protegido del sistema, calla cuando no asiente. Juan Carlos Monedero pasa la factura. La violencia, si se ejerce contra quien se opone a su modelo tiránico, está legitimada. Siempre fueron igual. Siempre serán igual.
La ceguera ideológica que tan magníficamente describiera Revel y uno de cuyos máximos exponentes fuera en su día Caridad Mercader, mujer enloquecida que antepuso el proyecto colectivista a su propia progenie, funciona siempre igual. El enemigo es cosificado y aniquilado.
Mientras, en occidente los borregos complacientes sonríen bobaliconamente ante la penúltima ocurrencia del socialista a sueldo de turno mientras se tragan el reality, mucho menos real que lo que acontece en Venezuela, de turno.