«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

Sunak y Sánchez

30 de octubre de 2022

Hay un tumulto shakesperiano en el Reino Unido. Nuevo rey, una sucesión de caídas de primeros ministros y una legislatura a la que aún le quedan dos años largos, la fecha máxima para convocar elecciones es enero de 2025. La pregunta que nos hacemos muchos es si los tories podrán darle la vuelta a una situación política muy complicada, que les lleva a estar muy por debajo de los laboristas en las encuestas, a más de treinta puntos.  Si hoy hubiera elecciones, la debacle seria descomunal.  Incluso algunos apuntan a la desaparición del Partido Conservador.

Los tories forman un partido ganador, de enorme éxito en las ultimas décadas. Si comparamos con España, los conservadores han gobernado desde 1977, desde nuestras primeras elecciones democráticas, más de dos tercios de este tiempo. El caso español es el inverso, la izquierda ha gobernado dos tercios y la derecha un tercio del tiempo.

En España se instaló una narrativa basada en un consenso socialdemócrata que ha degenerado en un wokismo exacerbado

La paradoja es que el Reino Unido no es un país fácil para las ideas conservadoras. La ideología woke es muy agresiva allí por el influjo estadounidense y también por el liderazgo social de las principales instituciones educativas británicas.  No es un partido anclado al pasado, sino que tiene una indudable capacidad de adaptación a los nuevos tiempos sin renunciar a algunas batallas ineludibles.

Los tories han sido capaces de sacar al país de la UE, y también de mantener ciertas nostalgias imperiales como atestigua la organización e indudable éxito del entierro de la Reina Isabel II. Otro factor esencial es la defensa del territorio y un Ejército que ha estado presente en casi todas las guerras que han sucedido en las últimas décadas. Hoy, las Fuerzas Armadas británicas, con las limitaciones que establece la OTAN, son de las más activas en la ayuda a la defensa de Ucrania.

Modernidad, imperio y por supuesto, localismo. Los tories practican con gran talento lo que se llama el nacionalismo o patriotismo (algunos  no vemos la diferencia) muy localista, definido como la pequeña Inglaterra, que se traduce en la exaltación de la tierra, de sus pueblos y gentes, tradiciones y cultura, la Iglesia Anglicana e incluso su muy peculiar gastronomía.  

Los tories han implementado lo que tiempos modernos llama una narrativa. Tienen una idea muy cierta de su país. Un proyecto para el que consiguen un constante apoyo electoral, que se adapta y cambia, hasta el punto de que los laboristas tienen que plegarse o incluso, como hizo Tony Blair con cierto éxito, hacerlo suyo, pero el origen es tory.

El consenso progre tiene un gran calado en la sociedad, gracias, entre otras cosas, a la inacción durante décadas de la derecha

Ahora, reflexionemos sobre la derecha en España y su relativo éxito en el Gobierno. Algunos lo achacan al agotamiento del régimen franquista que trajo el desastre de la UCD. Por ahí va la reciente Ley de Memoria Democrática que de forma implícita establece el inicio democrático en la victoria de Felipe González en 1982. Desde entonces se instaló una narrativa —perdonen de nuevo por el palabro— basada en un consenso socialdemócrata que ha degenerado en un wokismo exacerbado que divide profundamente a nuestra sociedad en las distintas tribus habituales que forman, como dicta Laclau y sus equivalencias, un bloque monolítico.  Lo que es inaudito de España es que junto a gays, feministas, ecologistas, animalistas y demás etcéteras, se unen los nacionalistas periféricos, los separatistas e incluso los herederos del terrorismo. España sigue siendo muy diferente.

Hubo algún intento de revertir esta situación, más bien este estado mental con José María Aznar y algún oasis como el Madrid de Esperanza Aguirre y hoy de Isabel Ayuso (de ahí la apabullante hegemonía política del PP en la región), pero el balance es muy pobre, y el consenso progre o ya woke muy potente. Tanto que ni con mayoría absoluta, la de Rajoy; ni la hipotética de Feijóo, alguien en el PP haya dicho que lo primero que hay que hacer es derogar todas las leyes ideológicas de la izquierda; la basura legislativa en palabras de Ivan Espinosa de los Monteros. Derogar estas leyes es esencial para construir una mayoría social más sensata. 

El drama de la derecha es haber desperdiciado la oportunidad de cambiar este estado de cosa

Con estos mimbres, hay que desconfiar de quienes vaticinan una derrota de Sánchez pues el consenso progre tiene un gran calado en la sociedad, gracias, entre otras cosas, a la inacción durante décadas de la derecha. Lo mismo se podría decir del nuevo primer ministro británico Sunak, aunque si tuviera que apostar lo haría por él y por dos razones: la primera, por el talento evidente que tiene Sunak frente a la mediocridad de Sánchez, y la segunda porque mantengo la esperanza en que el sabio pueblo español al fin sea receptivo a entender que con el consenso exacerbado que nos imponen, simplemente no se puede vivir. 

Un consenso que tiene muy poco que ver con aquel que construyó Felipe Conzalez en los años ochenta y que tanto apoyo suscitó. Un consenso que pese a que en estos días se celebré con tanta nostalgia, se acabó con los terribles años finales del felipismo y las abyectas  vueltas de tuerca primero de ZP y ahora de Sánchez. El drama de la derecha es haber desperdiciado la oportunidad de cambiar este estado de cosas.  

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