«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Tarde y mal: pánico a la verdad

28 de noviembre de 2014

 

Padecemos una generación  de dirigentes que tienen pánico a la verdad. Se lo tienen como necesaria consecuencia de su corrupta concepción del poder y de su ejercicio. Vivencian el poder como una ambición particular, una carrera a su triunfo personal, una conquista de su identidad más íntima y superior. Y una vez son este ambicionado cargo y su codiciado poder ¿a quién sirven? El beneficiario no es el público y el interés general, sino ellos mismos. ¿Con que fin lo ejercen? Para conservarlo y aumentarlo. No hay un proyecto de bien común. Ese pavoroso vacío de proyecto en común, por ejemplo, se ha hecho escandaloso a la hora de afrontar la cuestión de Cataluña. Estamos ante una esencial corrupción del poder.

Y esa generación de políticos –la casta- ¿cómo creen que deben hacerlo sin ser descubiertos? Mediante las diversas formas de la mentira, que son legión. En política –te confiesan- el que no sabe mentir, vender y aparentar  es un tipo ingenuo que estorba. Viva el arte de manipular. ¿Cuál es su mayor enemigo? La verdad, que es una, con su sencilla transparencia. Cualquier barullo, que distraiga, para que no se la vea y oiga.  Antes muertos que verdaderos.   ¿Dimitir? Inconcebible. ¿Cómo van a renunciar a su identidad, tan íntimamente ambicionada, que es el cargo, su poder y privilegios? Imposible, sin antes pasar sobre sus cadáveres.

Cada semana, hoy mismo, sufrimos ejemplos graves de esa fuente de toda corrupción.  Los tenemos, para nuestra indignación y desesperanza, en los dos ámbitos de poder, el político y el eclesiástico. De éste último, hablaremos otro día. Quizás algo está cambiando. ¡Ojalá! ¿Esos poderes anquilosados en su ensimismamiento le han visto las orejas al lobo? ¿Les hace temblar nuestra indignada desafección? Todavía confían en que podrán manipularla y seducirla. Suponen que están a tiempo. No saben que están muertos.

Por ejemplo: años –digo bien, años-  lleva tiempo coleteando en los juzgados la trama Gürtel. También otras, como los ERES o las estafas en los cursos de formación para los parados, o el caso Pujol o el Púnica. Es ya difícil hacer memoria de todos los casos. En fin, años y sucesos para ser evidente, al sentido común de los ciudadanos, que se trata de una financiación ilegal del PP y que, por ser ilegal pero suculenta, la han gestionado una nutrida panda de avispados que, ingeniando fórmulas para aportar fondos y contentar a la cúpula del Partido, han detraído lo suyo en los flujos, sobreprecios y comisiones del dinero. Y ahora, forzado por el auto contra la Mato del juez Ruz, se nos descuelga Rajoy soltando el lastre de su ministra de Sanidad y presentando al Congreso un paquete de medidas contra la corrupción. ¿Por qué ahora? Porque tienen miedo al castigo de la ciudadanía. ¿Por qué tan tarde y mal? Porque su estilo es ganar tiempo y su intención la de sobrevivir aparentando lo que sea. Este tipo de cultura política es enfermedad común a todos los partidos que han tocado poder.

Las medidas de Rajoy llegan tarde y son poda de follaje, porque no atacan de verdad la raíz de la corrupción. Que llegan tarde es demasiado evidente si uno se pregunta, tras lo que prometió en campaña, por qué no las adoptó de inmediato, en enero del 2012.  Si a la luz de experiencias pasadas, estudian las setenta medidas, les asaltarán las sospechas. Por ejemplo, que las cuentas anuales de los Partidos tengan que presentarse al control del Tribunal de Cuentas es balada maravillosa mientras los nombramientos del célebre Tribunal los controle el Gobierno y el retraso de algunas auditorías se cuente por años. Que si se prohíben las donaciones superiores a 50.000 y hay que informar de las mayores de 25.000, como si no pudieran trocearse las grandes cifras en cuantías menores a 25.000, según práctica archiconocida. Que si deberán hacer declaración de su patrimonio…, pero si la cultura de la corrupción consiste precisamente en el arte y hábito de ocultar las cuentas y los dineros negros.  Los ejemplos podrían multiplicarse. ¿Por qué hecha la ley hecha la trampa? Porque el mal es más hondo que las setenta medidas. El mal radical es la traición a la separación de poderes, la dependencia de puestos claves del aparato judicial en manos del poder ejecutivo, y la conversión del poder legislativo en un rebaño de ovejas bajo la vara y el mastín del jefe del ejecutivo y del partido. Impunidad para las codicias de la casta.  Y trufado todo ¿quién se va a creer, a estas alturas de decepcionada indignación ciudadana, que los mismos personajes que han corrompido el sistema serán los mismos que lo sanarán?

Rajoy trae setenta medidas demasiado tarde para recobrarse de la desconfianza ciudadana. Y para más ahondar la desilusión, el nuevo Zapatero que es Sánchez – otra imagen vacía- no parece tener mayor contribución que repetir las cansinas trifulcas entre políticos, que la ciudadanía odia, con el mediocre y agotado argumento del “¡y tu partido más!”, sin asomo alguno de un proyecto regenerador dirigido al fondo de la corrupción, que es la concentración del poder, la infiltración y colonización por el poder concentrado de todas las áreas de la sociedad, y las listas electorales cerradas en manos del único pastor y jefe, para así garantizarse que los militantes y los ciudadanos, cuando votan, balen bajo estricto control.

 

Mientras esa generación de políticos no se vaya, poco o nada se regenerará. Falta grandeza, sobra mediocridad. 

.
Fondo newsletter