Uno de los efectos políticos y comunicativos de las protestas en Ferraz es haber generado un muy particular punto de vista en las televisiones.
Ya nos hemos acostumbrado a que en pleno prime time, algunas cadenas emitan en directo los incidentes en Ferraz. Ya sea en el telediario de TVE, en la tertulia del 24 Horas o en los programas de La Sexta, el ‘incidente’ que enciende la chispa ocurre siempre en directo, casualidad que ha llevado a algunos a sospechar una posible inteligencia o premeditación.
Sin entrar en eso, nada descartable, la actitud de las televisiones acaba creando un patrón: buscan al ‘fascista’. Visualmente, ya no como amenaza en la sombra. La Sexta llevó esto al límite ayer retransmitiendo en directo la caminata de unas decenas de falangistas por Madrid el día en que se habían manifestado cientos de miles de personas. Necesitan desesperadamente al facha y lo buscan. Necesitan desesperadamente un brazo en alto. La búsqueda es tal y es tanta la importancia que no sería descabellado pensar en que podrían tirar de actores. Todo su mundo narrativo se sostiene sobre los brazos-en-alto. Ya no basta ser el típico carca. Ahora mismo están cotizadísimos.
Pero pasemos también por alto esa posibilidad. Creamos que son verídicos fascistas atrapados por el cazamariposas objetivo del periodismo. Las cámaras de estos medios se están empezando a apostar como fotógrafos del National Geographic en la sabana africana. Siguiendo la comparación del programa Polònia (TV3): si los fachas son animales salvajes que despiertan de su letargo, las cámaras de las televisiones los buscan como si estuvieran en un documental de La2.
El efecto es curioso. Para empezar, se genera una especie de subgénero: la retransmisión de los disturbios en tiempo real, con un narrador-reportero con casco, como si estuviera en Mostar. «¡Parece un encierro!», dijo Pedro Jota al verlo. Era admirable el talento del periodista para narrar. Era algo así: avanza la columna de la extrema derecha y vemos a unos servidores de la ley accionar reglamentariamente sus porras para aplicar recetas democráticas sobre los lomos insurgentes de los neofranquistas que gritan discursos de odio como «no me pegues más, pedazo de maricón»… Se parece al fútbol esto. En Ferraz se cantan cánticos futboleros también. Sánchez es el portero del equipo rival. Sánchez es Oliver Khan de media España siempre a punto de sacar de puerta. Podríamos decir que allí se canta lo que no se canta en los campos higienizados. El fútbol ha desaparecido de ellos y está en la calle, se juega y se canta en Ferraz (la UIP defiende con dos líneas de gegenpressing tras el gambeteo de los jóvenes patriotas..)
Pero volvamos al asunto (¡no son momentos de dispersión!). Estos milagros del directo en los que los misteriosos ultras encapuchados le tocan los cojoncillos a los pacientísimos hombres de la UIP justo cuando están se emiten los programas de información política y tras un buen rato de brazos-en-alto han acabado por generar una costumbre (el gran peligro de lo tiránico): los cámaras de las televisiones del régimen esperan en la sabana de Ferraz a que salte el león-facha y lo hacen justo detrás de los policías (policía-cervatillo que luego ha de responder para garantizar el ecosistema de nuestra democracia). La cámara se coloca al otro lado de las vallas, a la espalda de los antidisturbios, quizás porque aun no pueden o juzgan que es pronto para emitir directamente la gopro de los antidisturbios. El resultado es que la cámara de La Sexta, por ejemplo, se coloca en la chepa del antidisturbios. El punto de vista es: aquello que está tras el antidisturbios, tras el policía que administra la brutalidad. ¡Las teles del régimen en la chepa de los maderos! No miran lo que pasa desde fuera, ni cenitalmente, ni desde el punto de vista de la gente: lo miran desde la garita de los guardias armados, justo detrás de ellos, en el lugar que está a la espalda de la UIP. En ese momento, siempre casualmente en el debido momento, salta la chispa y la retransmisión avanza como un videojuego consistente en aplicar la porra.
Esto sería el summum: la tele como un videojuego en el que se puede disfrutar de la experiencia de pegar a un facha. Con un expresionismo como de Lazarov, repiten primeros planos de las bengalas, creando sensación de auténticos infiernos donde el fuego y los brazos-en-alto se repiten nerviosamente: bengala, brazo en alto, bengala, brazo en alto… mientras el tertuliano emite la papilla.
Aunque ha sido un objetivo del golpismo asociar las protestas de Ferraz a la violencia, objetivo al que ha ayudado mucho el PP y su gran coro de voces psicobúmeres, la realidad es que es un triunfo de las protestas haber colocado el punto de vista de las televisiones en el lugar de las porras, de los palos, un pasito por detrás de los antidisturbios, el interesante y nada inocente espacio donde se origina la violencia política. El punto de vista exacto de quien está dando estas órdenes. Eso es un triunfo de los de Ferraz: ese retrato perfecto de lo que son.
¿Alguna televisión ha llegado a tanto? ¿TVE emitía cuando Franco desde el hombro de un gris para que se vieran los porrazos? ¿Retransmiten las teles francesas agarradas a la cintura de la policía macronista cuando apalean a los chalecos amarillos?
Las televisiones están donde los antidisturbios, enseñando una violencia que esperan con paciencia de fotógrafo naturalista. Tiran el córner y lo rematan y para hacerlo han innovado con retransmisiones on board de las trifulcas. A un pasito de ser las bodycam de los polis de la UIP.