«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado
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Tener opinión

1 de agosto de 2022

Uno de los temas que más me gustaba en mis tiempos de opositor era el que trataba la doctrina del negocio jurídico. Se imponía con la aplastante eficacia y belleza de una división mecanizada. Hecho es todo suceso o acaecimiento de la realidad. Hecho jurídico es aquel suceso que produce efectos jurídicos; pues el vuelo imperial de un águila, o las manos entrelazadas de dos novios en su primera cita, son hechos maravillosos, pero que carecen, per se, de efectos jurídicos. Al Derecho le es – o le debería ser- indiferente.

Acto jurídico es aquel hecho jurídico en que interviene la voluntad humana; libre, consciente y exteriorizada de algún modo. Pues hay sucesos naturales que sí le son relevantes al derecho: el nacimiento de un bebé, el momento de su concepción, o su muerte. Al Derecho le es relevante, le conviene saber qué efectos jurídicos han de producir en cada caso esos sucesos.

Hay hechos naturales que producen efectos jurídicos. No todos. Hay actos humanos que producen efectos jurídicos. No todos.

Pues bien, habría que trasladar a lo político esa mecánica teoría jurídica. En política, nada se distingue. Y ya se sabe, que donde no se distingue, ni hay precisión, ni hay eficacia, ni hay conocimiento. Todo ha de producir efectos para la política actual. Producido un hecho, cualquier suceso – da igual su contenido, su forma, sus autores – se desencadenan en lo político, efectos devastadores. Lo primero es que todo el mundo exige de ti una opinión. Lo piden los periodistas, lo exigen los tertulianos, lo reclaman los seguidores en las redes sociales.

Si no tienes opinión, pareciera que eres bobo, que no mereces estar donde te hallas, que no sirves a la noble tarea de representar a la Nación española o trabajar por el Bien Común de los españoles. Todo el mundo tiene opinión. Suya o de tercero. Propia, arrendada, usufructuada o directamente, copiada o robada. Lo relevante no es qué opinión tengas sino que tengas opinión.

Hoy en día parece triunfar el político que tiene opinión y efectivamente opina de todo. Aunque diga tonterías

Por sus frutos les conoceréis, se dice en el Evangelio, con la fuerza de la revelada verdad. Hoy, habría muchos opinadores dispuestos a defender, aun contra la verdad, que la medida del hombre no es el amor sino el número e inmediatez de sus opiniones.

La opinión es la medida del hombre en política. Da igual si la misma es correcta, si es justa, si es razonable, se basa en la experiencia, en el dato, o en años de meditación. En realidad, el valor de la opinión no es objetivo, sino que va a pasar a depender de la opinión valorativa del periodista, tertuliano o seguidor de la red social. Con inmediatez. Porque cuando tiene que valorar tu opinión, ya han acaecido mil hechos posteriores, que merecen otra opinión. Él mismo valora desde la opinión, que es el prejuicio apoyado en la siniestra wikipedia.

Pero yo digo. No es necesario tener opinión en todo. Más aún, no es sano tener opinión en todo y de todo

Hoy en día parece triunfar el político que tiene opinión y efectivamente opina de todo. Aunque diga tonterías, o frases hechas. Se ha aplaudido a políticos, de uno y otro signo, simplemente por tener opinión sobre temas respecto de los cuales su opinión era irrelevante, y además, se ha demostrado errada a los pocos días. Incluso, se ha llegado a afirmar que es valiente un político por decir cosas distintas de las de su partido; confundiendo valentía con desobediencia, libertad con deslealtad.

Pero yo digo. No es necesario tener opinión en todo. Más aún, no es sano tener opinión en todo y de todo. En realidad, incluso, hay cosas sobre las que mejor no tener opinión. Y otras, en que la opinión debe ser formada desde el estudio concienzudo y el análisis completo de todas las circunstancias y consecuencias. Y exige tiempo. Y prudencia. Dos cosas de las que en esta política de cortas miras se carece. Incluso, quizás, tras todo ese tiempo de estudio, concluyas que lo prudente es no tener opinión.

Hay quienes nos hemos lanzado a esta hermosa tarea de conquistar para los españoles su libertad profunda y su capacidad de decidir sobre el Estado persuadidos de que no tenemos opinión en todo.

Convencidos de que no todos los sucesos de la realidad tienen consecuencias o efectos políticos. Lo que no es político no merece respuesta política. Aunque la pida el periodista o el tertuliano o el seguidor de la red social. O tu infinita vanidad. En política, la opinión es irrelevante. Es relevante la posición. En política debes posicionarte; no opinar.

El posicionamiento no es personal, sino político, y por ello comunitario o colectivo, y debe ser adoptado en el partido y por el partido. Así, que lo razonable, inteligente, prudente, sensato, es esperar a que el partido se posicione, esto es, afronte políticamente un hecho con efectos políticos. Si tú opinas o te posicionas antes, dañas al partido. Y a ti mismo, pues puedes quedar como un tonto y siempre como un listillo, que es la forma postmoderna de acreditar tontuna. 

En fin, si te piden opinión, piensa y calla. Ya habrá tiempo para hablar.

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