Las empresas apuran los balances y cuadran las cuentas mientras la prensa libre —esa entelequia— fiscaliza la acción del poder —aguante, mañana es el día de los inocentes— que acaba de soltarle 125 millones de euros para que todo cuadre y sea imposible distinguir dónde acaban y empiezan el periodista y el contable.
2024 será recordado por la riada en Valencia. Una consideración previa: hay que negarse a llamarla DANA por el mismo motivo que rechazamos usar pandemia (neolengua progre, marco mental impuesto) en lugar de epidemia para referirnos al virus que, ahora sí, sabemos con absoluta certeza salió de un laboratorio chino. (Broncano, por cierto, cantaba «coronavirus oé» cinco minutos antes de que el Gobierno pasara del «es sólo una gripe» al confinamiento total y los aplausos en el balcón. Cuatro años después Sánchez le ha soltado 28 millones de euros por dos temporadas. El Mbappé del sanchismo). Pero volvamos al barro valenciano. De ahí extrajimos varias conclusiones. La primera es la confirmación de que Sánchez no puede pisar la calle a menos que sea un decorado como el que le prepararon sus asesores para jugar a la petanca con militantes socialistas en un pueblo de Madrid. Sánchez se fue de Paiporta a la carrera mientras Felipe VI no sólo se quedó, sino que ha vuelto a la zona un par de veces. El rey aguantó el chaparrón y la santísima ira del pueblo que lo había perdido todo, pero la cosa cambió cuando le pusieron un micrófono: cuidado con los bulos y la desinformación, alertó como si estuviera leyendo el argumentario que le pasan a Pachi López antes de cada rueda de prensa.
La segunda conclusión es que Iker Jiménez se ha convertido en el mejor comunicador de España. No es que haya irrumpido en 2024, pero este año ha sido su consagración como periodista outsider, categoría a la que tantos aspiran mientras recogen uno de esos premios creados para que todo siga igual: poderosos y periodistas reclamando de la mano una vuelta a «abrazar lo institucional». ¿Pero cuándo no han estado abrazados? En realidad, lo que no le perdonan a Iker es su independencia y el desprecio a las pandillitas profesionales de moqueta y tertulia, no que se equivocara difundiendo que había cientos de muertos en el parking de Bonaire. Quienes le acusan de ser un propagador de bulos son los campeones de la posverdad y la mamandurria presupuestaria, aspirantes al control total del discurso público. Es el Ministerio de la Verdad que proponía Arcadi. Podrán censurar a Iker Jiménez, pero no arrebatarle la gloria alcanzada con su narración en directo desde la zona cero de Paiporta en plena madrugada, uno de los momentos más importantes de la historia de la televisión en España.
Claro que entre los generadores de confusión profesionales ninguno reúne el talento del gran Arturo, don Arturo, Pérez-Reverte, el espadachín de mentirijillas, el enfant terrible del sistema con sillón en la RAE. Alguien que dice que España se equivocó de Dios en Trento no puede ser considerado antisistema, sino de remar a favor de los vientos de la historia y buscar el sol que más calienta. Su gran mérito es inyectar más Leyenda Negra a quienes creen que luchan contra la Leyenda Negra. Por supuesto, nadie mejor que él sabe que la exaltación de la libertad individual como bien absoluto, como fin y no como medio, acaba en la guillotina. Que gran parte de la derecha lo considere el referente explica cómo están las cosas.
El año expira y entre los debates que se abren en estos días de sobremesa y mantel está el de quién tiene más culpa en el desastre español, si Zapatero o Sánchez. Me inclino por el primero, que sembró la discordia guerracivilista, la ideología de género y la incorporación de ETA a los parlamentos como socia preferente del Gobierno del Frente Popular a semejanza del de los años treinta. Toda esa herencia, huelga decirlo, queda intacta gracias a la colaboración del Ministerio de la Oposición con sede en Génova 13.
2024 es también el año en que Vox abandonó los gobiernos autonómicos con el PP. Aquella noche de julio supuso mucho más que una ruptura de Ejecutivos. Para Vox fue un cambio de rumbo que deja atrás el viejo esquema izquierda-derecha y señala al bipartidismo, socio en Bruselas en todo lo esencial: pacto verde, ataque al sector primario, inmigración ilegal, Mercosur, desindustrialización… Fue un divorcio, un varapalo sentimental que hace saltar por los aires los esquemas de la infame bumerada de peluca y trompeta, del «hay que unirse» como principio supremo, de los apegados al sillón, de los entusiastas del patriotismo constitucional de Cayetana, de quienes creen, en fin, que siguen viviendo en la transición mientras les cuelan la segunda entre amnistías y pactos fiscales.
Errejón, game over. Parece que sucedió hace un par de décadas, pero hemos olvidado la reciente caída en desgracia de Íñigo Errejón por el cambio de foco informativo hacia la riada de Valencia. Entusiasta del Estado plurinacional y aliado feminista (siempre sospechamos que no era por convicción sino por supervivencia política), la izquierda pierde a uno de sus teóricos más destacados por varios líos de falda. Defendió en política que no existen las denuncias falsas de las mujeres, de modo que ahora sólo tiene dos opciones: ser condenado, lo cual reforzaría su discurso de que las mujeres sólo dicen la verdad, o absuelto, lo que invalidaría la parte de su trayectoria política en que negó la presunción de inocencia a tantos varones.
Trump returns. El presidente 45-47 de los Estados Unidos regresa contra todo y contra todos con la lección aprendida: no habrá cuartel para quienes dentro de su partido hicieron todo lo posible por expulsarle de la Casa Blanca. La confección del nuevo Gobierno rompe con los RINOs y consolida lo más importante: hay trumpismo después de Trump. J.D. Vance, calienta que sales. Además, está última victoria de Trump es la derrota absoluta de los medios de comunicación convencionales.
¿Habrá guerra? Aún quedan unos días para acabar el año y no conviene gafarlo, pero todo hace indicar que este 2024 no tendremos el estallido de la III Guerra Mundial que tantos demócratas y viejos halcones republicanos ansían en Washington. A todos ellos les gustaría dejar a Trump un escenario internacional minado y una situación irreconciliable con Rusia. En apenas tres semanas Trump toma posesión, ¿volverán a atentar contra él?
Gracias a Dios no todas son malas noticias. La catedral de Notre-Dame, símbolo católico francés y europeo por excelencia, ha reabierto sus puertas el mismo año que París ofreció al mundo una representación del maligno en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos acorde a la podredumbre moral de los tiempos. Cinco años después aún no sabemos cómo se originó el fuego en el templo. Cabe preguntarse quién sería capaz de semejante cosa cuando los medios nos cuentan —definitivamente a calzón quitado— que el yihadista que hace unos días mató con su coche a varias personas en un mercadillo de Navidad en Alemania es en realidad un islamófobo de ultraderecha. Si mienten así con tal aplomo ante hechos que ven nuestros ojos, ¿qué dirán de todo lo que, como ese incendio por combustión espontánea, no vemos? Lo han hecho más veces. En verano nos contaron que el islamista de origen ruandés que mató a tres niñas en Southport (Inglaterra) es inglés. Luego descubrimos que se llama Axel Rudakubana y su color de piel es negro.
¿Un vaticinio para 2025? Génova 13 será rodeada.