Vivo en la lejana provincia y me cuesta enterarme hasta de lo que se cuece por los pasillos de mi lugar de trabajo, así que imagínense mi desconcierto ante el zafarrancho de la actualidad. Lo mío son los pájaros y las flores, esto es, los silenciosos haikus y, si me pongo flamenco, alguna soleá.
Sin embargo, de los jaleos que arrojan a VOX sí puedo sacar una idea general, incluso por experiencia provincial y propia. Ha subido un escalón más el nivel de presión interna y externa, los medios están entrando a segar los tobillos y se oye el run-run de las conspiraciones y las murmuraciones deslegitimadoras. Van a por Santiago Abascal.
No extraña. Tres acontecimientos han hecho saltar todas las alarmas. El primero, que a pesar de varias zancadillas y de pérdidas de capital humano, VOX no sólo no se hunde, sino que sube. Si alguien confió en que el proyecto se desinflase a base de desdén y desaliento, a estas alturas ya debe de haber perdido toda esperanza.
El segundo acontecimiento son todas las encuestas que se hacen. No hay ninguna donde VOX no sólo crezca, que es algo que ya hemos observado en el punto anterior, sino que en todas es necesario para una suma que desplace a Sánchez. Y encima no se presenta ninguna suma alternativa (ni Junts ni PNV) que pueda evitarle al PP el trago de la amarga aritmética. ¿Ninguna? Bueno, una sí, la del PSOE güeno, pero ésa, en España, es muy problemática, y deja al PP a los pies de los caballos o estirado, como en un descuartizamiento bárbaro, en Europa. El PP europeo no ve para nada raro una gran coalición con los socialistas. Es lo que practica. Y el PP europeo es quien manda en un Feijóo que no tiene otro contacto internacional que llevarse a la boca. Pero en España, por la historia y por la práctica cainita del PSOE, el electorado del PP no está preparado para tragarse ese pacto que le parecerá contra natura. Feijoo ve que Abascal le aboca a los caballos y, claro, se resiste.
Porque el tercer acontecimiento es que el escenario internacional se le ha puesto de cara a VOX. Ayer no más González Pons estaba insultando tontamente a Trump y Cuca Gamarra ha sido uno de los firmes apoyos de Kamala. De Milei hasta se han reído. Meloni ha participado en los mítines de VOX. Con este panorama, el PP necesita —para reconstruir su política exterior— que Santiago Abascal desaparezca. Ahora es una evidencia andante de sus traspiés internacionales.
Las cositas que acaecen, en resumen, no son casualidades sino causalidades. Tienen que subir la presión «como sea». Incluso a riesgo de incurrir en un penalti o una tarjeta roja, hay que frenar al rival.
Adelanté que yo tenía mi pequeña experiencia con esto. Llevo más de veinte años, antes de que existiese VOX incluso, reclamando la necesidad perentoria de un partido de derechas de verdad en España. Nadie se lo tomaba a mal entonces, y yo no recibía ni una crítica. Casi al revés. La figura del poeta reaccionario goza de una marginal aunque prestigiosa tradición, empezando por Homero, pasando por Quevedo, y llegando a Eliot, a Borges, a Sánchez Mazas, a Aquilino Duque, a Miguel d’Ors… Incluso los más cultos de izquierda me reían la extravagancia.
A medida que VOX tomaba cuerpo y, todavía más, iba acercándose a la capacidad de influir y gobernar, me lo reían todo mucho menos. Yo soy afortunado y tengo lectores de izquierda que no mezclan las churras con las merinas, pero incluso los más exquisitos han dejado de ver mis opiniones políticas como un accesorio retórico. Se ponen serios y me ponen reparos y algún fastidioso veto.
Los agradezco, porque qué remedio y porque es una especie de reconocimiento indirecto. Los menos exquisitos entran a degüello. Como juego por una apartada banda amena y estoy lejos de la melé, tampoco demasiado; pero me sirve para entender las acechanzas contra Santiago, a una escala inmensamente mayor. Y si VOX sube más, los golpes serán más bajos. A medida que crezca en las encuestas, va a tener que vigilar mejor sus tobillos y su espalda, lo que tampoco está de más. El nerviosismo crece.