En España se vienen desarrollando dos fenómenos ante el pasmo primero, y la inquietud después, de eso que se viene llamando la sociedad civil, cada vez más alarmada ante la política que llevan a cabo los gobernantes nacionales y los principales partidos políticos. Una política sin duda inspirada en la tesis del célebre tratadista Don Tancredo de Tauromaquia, según la cual la mejor manera de cansar al toro y al mismo tiempo evitar sus cornadas es permanecer en absoluta inmovilidad. Trasladada a la política, la tesis de Tancredo señala que el gobernante debe disponer de dos carpetas: una con el rótulo “Asuntos que el tiempo se encargará de resolver”, y la otra rotulada “Asuntos que el tiempo se ha encargado de resolver”; el trabajo del gobernante consistiría, pues, en pasar los expedientes de una a otra carpeta. Se trata de estos dos fenómenos:
Primero: La banda terrorista ETA dice que deja de matar pero no se disuelve; protagoniza la esperpéntica charlotada de enseñar a unos fulanos venidos de la nada unas armas que luego se lleva a paradero desconocido; el principal partido separatista vasco PNV hace como que se toma en serio esta comedia, y el resultado de todo esto es que un partido amigo de los asesinos llamado Bildu pasa a controlar varias instituciones locales y provinciales, entre ellas el Ayuntamiento de San Sebastián y la Diputación de Guipúzcoa. A esto el Gobierno y los partidos políticos principales lo llaman “la derrota de la ETA”.
Segundo: Los partidos separatistas catalanes Esquerra Republicana y Convergència Democràtica (que gobierna aquella Comunidad) preparan públicamente durante años una especie de matrix de una Cataluña soberana, mientras acentúan una campaña sostenida en favor de la secesión y el desprecio -cuando no abiertamente odio- hacia el resto del Reino de España, con visible éxito. Amenazan desde el poder autonómico con celebrar un referéndum ilegal, le ponen fecha y pregunta, y el presidente hace gestiones ante autoridades de la Unión Europea y otros dirigentes del mundo, esta vez con visible fracaso. El desenlace de este pulso está aún por ver
Para que estos dos fenómenos hayan podido producirse ha sido necesario violar o ignorar varias leyes y algunas sentencias, sean de los Tribunales ordinarios, sean del Tribunal Constitucional. Nada de esto ha conmovido a los gobernantes dontancredistas. Pero esta inmovilidad no es lo más grave, sino la quietud con que eso que llamamos la sociedad civil –con algunas y muy meritorias excepciones- contempla este panorama, porque una sociedad en este estado de anestesia es pasto fácil para toda clase de logreros, demagogos, aventureros y totalitarios que pululan por el país. Y convendría recordar a este respecto que también Hitler llegó democráticamente al poder, que puego usó, cuando ya era demasiado tarde, para aplastar las libertades y generar un océano de sangre.