A estas alturas de semana, las redes y los digitales andan llenos de declaraciones de amor a la taquígrafa del Congreso que humanizaba con serena belleza la foto del contundente gesto de Santiago Abascal, señalando con el dedo al indecente Sánchez mientras abandonaba el hemiciclo representando, al tiempo, la indignación de los españoles que ya levantan la cabeza.
Fue en la sesión del control del miércoles, cuando Abascal después de consumir apenas algo más de dos minutos de su turno le decía a Sánchez lo que tantos españoles pensamos. Sin esperar a repetir la decepción con una respuesta del presidente, que iba a ser tan insultante como su ayuna comparecencia del lunes, el líder de VOX, terminó su parlamento diciendo que se iba sin esperar respuesta de un indecente, corrupto y traidor. Bajó el micrófono y salió de la sala por el lado de los socialistas. A la altura del escaño del infrascrito le señaló con el dedo con gesto duro. La foto desde la tribuna socialista capta a Abascal apuntando al líder de la trama, y al fondo una taquígrafa que sigue a sus cosas, y otra que alza la cabeza con mirada serena. Había pasado algo grande.
Hay dos ópticas: la España que mira a las cosas pequeñas, a teclear la última frase, la de que me reconozcan las horas, y consoliden nivel y puesto, la de los trienios, la de Marta. Son las cosas que hay que hacer, pero esas cosas no te pueden hacer a ti, hay que levantar los ojos del papel. Y la España de María, la que levantó la cabeza, la que cumple la tarea, pero mira más allá del impreso; la que muestra reflejos y las cuerdas tensas, la España viva que sabe que no hay trienio que ganar si no que se gana primero la dignidad; la que ha elegido, como Pedro Crespo, el patrimonio del alma, esa parte que no le será quitada… y por eso ha elegido bien. Como diría Pemán, María representa una belleza en toda paz lograda/ la fuga musical de tu mirada/ sobre la (no tan) sabia y (y no tan) pura geometría. Es la mirada de los españoles que se fugan del laberinto en el que han metido a España la impura geometría parlamentaria de socialistas y enemigos de España, valga la redundancia. Por todo ello la mirada de María la taquígrafa nos representa, y por eso se ha llevado tantas declaraciones de amor esta semana.
Dos Españas, la de los congresistas con sueldos enormes que van al escaño como si volvieran de nochevieja al día siguiente y la de los que pagamos estos días a Hacienda. La España de los que ponen las patas encima de la mesa y dan consejos multiculturales desde sus uniformizadas urbanizaciones a las afueras y la España que tiene los pies en su barrio y pone el grito en el cielo con la inseguridad y las okupaciones. La España de los que dicen que señalar con el dedo acusador de una moción de censura es dar auxilio al acusado porque no dan los números, y la de los que hacen números para pagar el trimestre de autónomos. Actualizado libremente a Machado hay una España que roba y otra que bosteza. Hay una España que roba España a los españoles entregando Gibraltar, dejándose pisotear, cediendo al chantaje nacionalista, y otra que sestea en su hamaca de verano azul con bien de fruta. Hay dos Españas… o quizás tres: una que quiere a España, otra que la odia y otra que se abstiene… y bosteza.
Esa es la degradación en la que ha caído el Parlamento oficial mientras se pierden algunos hemiciclos populares que son los bares. Esta semana echará la persiana la madrileña taberna Casamata. Cuántas charlas, cuánta buena gente se habrá conocido allí, entre los libros de las estanterías y el vino de la taberna. Mil gracias, Carlos, Alex, Cabanitas… Desde este día, hasta el 28 de junio el periodo de sesiones de ese honorable centro de discusiones está abierto para que tenga una despedida digna de las alegrías que nos ha hecho vivir. Si no estoy y va María, la taquígrafa, levantad la cabeza y vuestra copa, y brindad por la belleza española.