«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Trump echa un borrón

14 de diciembre de 2020

No me duelen prendas. Soy, Horacio, amigo, sin que él lo sepa, del actual presidente de Estados Unidos, que lo seguirá siendo hasta que el Peluche Dormilón, acunado por la madrastra Harris, lo sustituya, si es que tamaño dislate llega a término, pero también soy amigo de la verdad… De mi verdad, aunque Antonio Machado escribiese aquello de «la tuya, guárdatela». Aposté por Trump desde el primer momento, lo he defendido hasta la extenuación no sólo frente a la greña jacobina (más Machado), sino también contra quienes, sin militar en ella,  denostaban hasta hace apenas unos meses a ese héroe de nuestro tiempo que, si se marcha, ya volverá. Silenciaré sus nombres los de quienes entre mis correligionarios se reían de Trump para ahorrarles el sonrojo y seguiré rompiendo lanzas y palabras por el mandatario saliente a pesar de lo que ahora me dispongo a escribir. Lo de saliente lo digo cum grano salis, porque hoy, tarde de domingo en la que redacto esta columna, sigue al timón de su país.

Disculpen mis colegas de La Gaceta que por segunda vez incluya en el ámbito de la Iberosfera lo que ibérico, por español, fue tras haber sido Río de Oro y convertirse luego en Sáhara Occidental. Pero no soy yo, sino mi admirado y nunca suficientemente alabado Trump quien me obliga a lamentar el borrón con el que casi en el último momento ha manchado su impecable e implacable historial. Bien podría habérselo ahorrado para que su sucesor, si el patinazo fuera tan diplomática y geopolíticamente inexcusable como parece ser, pechara con el marrón y con el resbalón.

Doy por hecho que el lector está ya al tanto de lo sucedido: la Casa Blanca y, en consecuencia, el Pentágono cierran filas con el más reciente ucase ‒otros vendrán‒ del zar alauita y avalan el atropello de declarar el Sáhara de los saharauis, y sólo de los saharauis, representados por el Frente Polisario, zona sometida a la soberanía de la nación magrebí.  

…los tontorrones que desde Madrid llevan ya cuarenta y cinco años dejándose torear y humillando el testuz

Con ello, de una sola tacada, transgrede las normas del Derecho Internacional, viola el compromiso de convocar un referéndum rubricado hace ya infinitas lunas por la ONU, esa deshuesada institución que en lo concerniente al conflicto del Sáhara anexionado por Marruecos nunca abandona la postura decúbito supina, y sumerge en un lío mayúsculo a nuestro país y a su Gobierno. Éste, de momento, ya ha tenido que volver grupas huyendo a uña de caballo árabe de la cumbre que la pasada semana iba a celebrarse en Rabat sin la incómoda presencia del líder podemita. Lo acosan, por cierto, las huestes de lo que otrora fuese y ahora vuelve a ser enésima edición de la Leyenda Negra: los Estados Unidos de la explosión del Maine y la Pérfida Albión del pirata Drake cierran filas con el califato de Marruecos, cuyo monarca, habilísimo en la gestión de sus intereses y tan eficaz en las avanzadillas de sus piezas de ajedrez como el Príncipe de Maquiavelo manejaba las suyas, da sopas de Ramadán y alcuzcuz con honda de moro Muza a los tontorrones que desde Madrid llevan ya cuarenta y cinco años dejándose torear y humillando el testuz. Elvira Roca Barea tiene hogaza donde hincar la pluma.

Trump nos ha asestado una puñalada trapera que no esperábamos, aunque no fuese España su objetivo

Se estrecha el cerco sobre Ceuta y Melilla, que ya son plazas de soberanía bicotiledona. Los cazas de las fuerzas aéreas marroquíes son más rápidos, más ágiles y más certeros que los nuestros. Los remolcadores de cayucos de la Armada de Mohammed se ríen en las barbas de los buques de nuestra flota. Las aguas territoriales españoles  se encogen como el lecho de Procusto. Las naves piratas de las oenegés colaboran con el invasor. Los quintacolumnistas infiltrados en las Canarias se esparcen y campan a sus anchas, con pasaportes falsos y legítimos coronavirus, por todas las ciudades de lo que está a punto de ser Expaña y acaso termine siendo otra vez el Ándalus. El ulular de los almuédanos suena ya más fuerte aquí que el tañer de las campanas. Lo dijo y predijo Góngora: «Las adargas avisaron / a las mudas atalayas, / las atalayas, los fuegos, / los fuegos, a las campanas. / Trescientos cenetes eran deste arrebato la causa»  (Góngora).

Cenetes: tribu bereber del norte de África. Aleluya: lo aclaro para el ignaro.

Tenemos el imperativo político, diplomático y estratégico de defender al pueblo saharaui con toda la firmeza que el jaque a Felipe VI requiere

¿Tendremos que volver a edificar torreones de alerta en nuestras costas? Una tonadilla del acervo popular italiano dice en dialecto de Roma: «A tocchi, a tocchi la campana sona. / I turchi son’arrivati alla Marina!». ¿Lo traduzco? No. Seguro que los gorroncillos y gorrioncillos de las becas Erasmus lo entienden.

Exagero, bien lo sé. No se puede escribir sin hacer uso de la retórica. Pero Trump nos ha asestado una puñalada trapera que no esperábamos, aunque no fuese España su objetivo, y entre ese eje ‒el de Marruecos, Estados Unidos e Inglaterra‒ y el que corre más o menos paralelo a la misma trayectoria ‒el que va de Rusia a Argelia‒ la España de los dos mares corre el riesgo de sufrir pulmonía bilateral y subsiguiente asfixia. Lo que Trump ha refrendado es un estertor del colonialismo. La tenaza del Islam aprieta. Tenemos no sólo el deber moral de defender al Polisario y al pueblo que representa, sino el imperativo político, diplomático y estratégico de hacerlo con toda la firmeza que el jaque a Felipe VI requiere. Si, como de costumbre, miramos al tendido y nos lavamos las manos, pagaremos las consecuencias.

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