«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Trump estrena prepotencia

10 de enero de 2025

A pocos días de su toma de posesión, las anexionistas palabras de Trump sobre Groenlandia, Canadá, Panamá y el Golfo de México han generado sorpresa, estupor y desubicaciones varias.

Es un momento especial. «Un punto de inflexión cultural», dijo Zuckerberg para anunciar que abandonaba la verificación de datos en Meta, la censura a la que empujaba la administración Biden. El cambio se percibe e incluso remite el temor a un posible atentado o cisne negro antes de su ‘coronación’. Se siente un cambio de hegemonía real, una victoria que no se contestará.

Pero las palabras de Trump, ¿qué eran? No parecían las de un aislacionista hasta que lo pensamos dos veces. Algunos analistas han hablado de un retorno a la doctrina Monroe. Trump no está hablando de Oriente Medio sino de las extensiones ‘naturales’ de su país, al que no por nada llaman América. Volver a hacer América grande otra vez. Literalmente: con Canadá o Groenlandia. Mantener viva la frontera, movible, expansiva. Y su frontera tiene algo también de idea, de idea en desenvolvimiento…

La conversación, con Trump y Musk, vuelve a lo desconocido: el espacio o, hasta cierto punto, el Ártico. Nuevos cowboys para el Hollywod que ahora se quema (gestión woke en llamas). Es la grandeza imaginativa necesaria para desarrollar una narrativa lo suficientemente sugerente, para proyectarla y acompañar con ella cambios políticos, tecnológicos, energéticos, culturales… Le están poniendo territorio, escenario, un paisaje físico y mental a un cambio narrativo.

Imaginen que aquí ganara un presidente y dijera: «España quiere su trozo de Ártico…». ¿No irían a trabajar con otro ímpetu?

Giran los ejes argumentales, van cambiando las proyecciones, las imaginaciones, las sugestiones. Las palabras de Trump no hay que tomarlas al pie de la letra; podrían ser sólo una compensación patriótica ante un giro realista en Ucrania… pero en ellas hay cambios tonales.

Estados Unidos se quiere grande, creciente, pero que mire al polo no quiere decir que considere ser el único polo del mundo. Quizás sea una forma de pertrecharse para un repliegue. La fanfarronería necesaria para saltar triunfalmente de la unipolaridad. Extender el poder americano en una gran zona de influencia, hegemón poderosísimo, pero no hacer de gendarme único en el mundo. A los rusos no les ha parecido del todo mal eso que ha dicho.

Trump y sus tech-narcas proyectan energía barata y free speech, avances tecnológicos, miles y miles de ingenieros, crecimiento económico, nuevas fronteras espaciales o árticas o tecnológicas (¡tres mundos nuevos!), pero sin un enemigo (China) al que derrotar, aunque sí contener. El conservadurismo que propaga Musk no entra en colisión con el ruso.

El lenguaje de Trump es brutal, del todo insensible con el orden de las naciones, pero muy realista. Crudamente realista. «Quiero esto y puedo tenerlo y como puedo tenerlo, lo tendré». Su poder no proyecta misiles sino rascacielos dorados inverosímiles. No ha dicho que quiera extender la democracia a los esquimales. Ha hablado de un interés americano real y del poder para conseguirlo: por las buenas o por las malas, pero eso es el deal, cacareo, lo de menos.

Y con esas palabras, que podrían ser flor de un día (aunque no es probable), parece que cayera el velo retórico que ha funcionado en el mundo en las últimas décadas, con el que se podía bombardear un país lejanísimo pero no comprender, ni siquiera verbalizar, las razones de Rusia o China con sus limítrofes. ¿Cómo no va a entender Estados Unidos a Rusia, si habla así de México o Canadá, sus vecinos, su patio trasero y delantero? ¿No predispone a respetar la preponderancia regional china quien la expresa así de brutalmente para sí mismo?

La retórica de la legalidad internacional y la democracia planetaria de repente desaparece. Su mayor promotor en el planeta no la usa. USA no la usa. La democracia se le cae de la boca a Trump. ¿Seguiremos hablando así nosotros? ¿Persiguiendo los acostumbrados enemigos? ¿Cómo queda Europa en estos planteamientos? Como una Canadá menos distante, menos entrañable. Una Groenlandia ya revelada, ya explotada. Europa pierde centralidad  y lo atlántico queda como lo que es: una proyección norteamericana, una estela, un área de influencia o más bien de dominio. Un eufemismo. EEUU se hace centro de un mundo, no del mundo. Podríamos ser la periferia de un centro del mundo. Ya no suena igual…

Las palabras de Trump sobre Dinamarca, su prepotencia apabullante, no se la permitió ningún ruso. Ningún ruso, al menos, que podamos recordar. Pero esto puede ayudarnos.

Trump introduce giros argumentales: un boombástico realismo brilli brilli, de americanismo tan vulgar y excepcional que nos humilla. En realidad, la humillación ya debería haber fermentado en los corazones europeos, y no lo ha hecho. Pero Trump, al que nunca se le puede tomar con hostilidad, al hablarnos así, con descarnado poder, nos ha hecho el favor de la sinceridad. Nos está hablando como a adultos. Está sacando lo europeo de un gran engaño.

En un sólo discurso la retórica neocon de tantas décadas pasa a mejor vida, queda superada, y nadie podrá decir ya seriamente que detrás no está Occidente.

Fondo newsletter