Desde Estados Unidos se observa con inquietud la evolución de los acontecimientos en Ucrania. No solo porque de cómo termine la revolución política dependerán muchos equilibrios geopolíticos en adelante, sino por las implicaciones económicas que el país tiene para la Unión Europea.
Desde su llegada al poder, la política internacional de Barack Obama ha sido básicamente la no intervención. Estados Unidos no ha querido, por ejemplo, intervenir en Siria, sabiendo que el liderazgo europeo depende de su posición política. Tampoco interviene en Venezuela, país mucho más cercano a sus fronteras y no solo, con decenas de miles de venezolanos viviendo en territorio estadounidense. Sobre Ucrania, la situación de “no confrontación” es sin embargo, a juicio de los expertos políticos, “una mala idea”. Sería la segunda vez –tras Siria- que Rusia podría salir fortalecida en una zona estratégica gracias a la no intervención de Estados Unidos, y lo que puede ser bueno para la primera potencia del mundo, está dejando descolocados a sus socios-aliados en Europa.
Ni Alemania, ni Francia saben muy bien como reaccionar ante la crisis ucraniana. Una crisis que, sin embargo, les afecta directamente ya que todo el gas que llega a Alemania depende de los gaseoductos ucranianos, por ejemplo. Algo parecido sucede con el petróleo.
En todo caso, y pendientes de la evolución de los acontecimientos en las próximas horas, lo que parece claro es que la mitad de Ucrania quiere forma parte de los aliados “económicos” de la UE, mientras que la otra mitad se siente mas cercano a los postulados de la antigua URSS que poco a poco pretende re-instaurar (en el plano económico) la Presidencia de Rusia. En esta situación de semiguerra civil en las calles de Kiev, la única solución política en el corto plazo serían unas elecciones generales, pero esto no garantiza la estabilización económica del país.
Ucrania cuenta con 47 millones de habitantes y recursos naturales fundamentales para la Unión Europea. Es evidente que el Fondo Monetario tendrá que entrar antes o después para estabilizar un país, que una vez más, por tensiones políticas se demuestra fallido. Según el Profesor Robert Kahn, en situaciones de tensión como la que se vive en Ucrania lo normal sería un deterioro rápido y masivo de las instituciones económicas: el dinero suele salir rápidamente del país, el crecimiento y los mercados se desploman inmediatamente, se deja de recaudar impuestos y se instaura el caos… Todo ello de repente aparece en el riesgo de bancos internacionales que apostaron por la recuperación del país en su momento y cuya incertidumbre se contagia a sus mercados.
La agencia de calificación S&P el viernes rebajó la calificación crediticia de Ucrania, lo que pone en el ojo de la diana la posibilidad de un default del país con lo que ello puede implicar para las entidades financieras y empresas allí presentes.
Por si fuera poco, Ucrania no ha sido un alumno espectacular del FMI, y cuando solicitó ayuda, no cumplió con los requisitos ni con las reformas pactadas. Lo que aún añade más incertidumbre a la situación.
Dado el historial político- económico de Ucrania, si realmente la Unión Europea le considerara un país estratégico para sus intereses comerciales y económicos, tendría que negociar con el FMI una salida para Ucrania. En caso contrario, y sin la ayuda aparente de Estados Unidos, Putin conseguirá el ansiado control de Ucrania, con lo que esto supone para los intereses energéticos de la mayor potencia de la UE, Alemania.