«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Un, dos, tres… conservadurismo inglés

22 de junio de 2025

De Inglaterra llegan noticias raras. Como son «avances», palabra favorita de Pedro Sánchez, también se dice que son «distópicas».

Allí lo mismo meten en la cárcel a una madre por un tuit, que despenalizan el aborto (por la propia mujer) hasta el nacimiento que, la misma semana, aprueban el suicidio asistido (o asesinato conforme).

En nuestros medios, estas noticias tienen poco eco y cuando aparecen suelen llevar el rótulo de «la cultura de la muerte». Es la muerte la que avanza, es verdad, pero también (¿por qué no decirlo?) avanza la libertad.

Y eso no se dice tanto. Es la libertad de tomarte una pastilla comprada por Internet y liquidar lo que esté en tu vientre, y es la libertad de morir si las cosas se ponen insoportables.

Esto toma la forma de «derechos», lenguaje en boga, pero esos nuevos derechos son la vestimenta que adopta la Libertad.

Cuando a los liberales no les gusta el producto de lo suyo, o no quieren hablar de ello, entonces lo llaman «cultura de la muerte».

(Mi especial recelo hacia los, así llamados, liberales surge de mi amor a la libertad. Me gusta tanto la libertad que no estoy preparado para ella, me gusta quijotescamente pero la vivo rosalescamente, con «la vaga prudencia del caballo de cartón en el baño»… Es cosa muy importante para nombrarla en vano).

Si uno lee las crónicas de lo sucedido en el parlamento inglés, se puede asombrar por lo minuciosamente superficial del debate. Las objeciones tienen que ver con cosas como el sufrimiento de evitar el sufrimiento, es decir, el tiempo en que se prolonga la agonía; o con dilucidar hasta qué punto el testimonio del enfermo no está forzado por quienes le rodean. Si su «sí» es un sí puro o media alguna forma de coerción.

Esto es interesante porque todo descansa en la libertad del yo, la libertad de morir («irse») de quien no puede, pero ese individuo ¿es suficientemente libre cuando decide? Los puntos de vista liberales siempre parten de un yo potente, equilibrado, bien comido, bien leído (incluso bien lo otro), tan sano y próspero como para querer separarse de la asfixiante realidad de los demás… pero, ¿no sucede que la mayoría de las veces el yo es tan frágil que casi no es yo, que es tres cuartos de yo…?

Se discutían en Inglaterra cosas procedimentales, técnicas, de aplicación, pero no se percibía una visión alternativa, una discusión de fundamentos generales, filosóficos o antropológicos.

Y esto importa porque aquí hemos mirado mucho al conservadurismo inglés que, ahora lo vemos, en punto a conservar, conserva bien poco.

Miran siempre a Londres nuestros liberales, por supuesto, con sus filias casi sexuales por el thatcherismo (la relación no explorada entre el calcetinismo y el liguero) y miran también los conservadores. Ser conservador suena bastante mejor que ser de derechas. Suena vagamente inglés, polite, culto y un poco distanciado. La derecha inglesa ha sido la única telegénica.

Sin embargo, ¿qué está produciendo el conservadurismo inglés? Trump, tan criticado siempre, al menos consiguió una mayor protección del aborto devolviendo su regulación a los estados. Trump es inelegante, por no hablar de su base electoral o de Steve Bannon. No hay forma de introducir a Chesterton ahí.

A los ingleses, es cambio, es fácil imaginarlos atacando irónicamente una copita de sherry en el selecto ambiente de un club o cultivando orquídeas en la suave campiña.

Pero a la vista del resultado, puede que con el conservadurismo inglés nos estemos montando una película y además de época, un Retorno a Brideshead.

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