«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

Una epidemia de populismo ‘woke’

30 de septiembre de 2023

La peor de las combinaciones florece frente a nuestros ojos, sacude al mundo y todo indica que es una tendencia que se afianza. El establishment ha descubierto rédito en criticarse a sí mismo, lo hace sin pudor y hasta comete la paradoja de erigirse en juez y parte. El objetivo es mantenerse en el ejercicio del poder; la búsqueda de acciones que simpaticen al público se ha vuelto frenética y, en muchos casos, un tanto vergonzosa.

Hace unos días, Joe Biden se convirtió en el primer presidente de la historia de los Estados Unidos en participar de una protesta sindical, lo que en Argentina se denomina «piquete». Este hecho tan insólito como desafortunado coincide con el inicio de la campaña electoral que enfrenta en búsqueda de su reelección para el próximo año. El demócrata participó de un encuentro de 200 trabajadores de la industria automovilística en huelga que reclamaban aumentos salariales. Una huelga que paralizó las principales terminales de Detroit.

Según Marx, la historia siempre se repite: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa y este episodio de Biden parece confirmar la tesis. En 2009 el entonces presidente Barak Obama, otro demócrata, desembolsó miles de millones de dólares del estado para salvar de la quiebra a dos de las gigantes de esa ciudad: General Motors y Chrysler. Para ser objetivos, en este caso ambos episodios constituyen una tragedia, tanto desviar fondos de los contribuyentes para sostener empresas como apoyar explícitamente —con altavoz en mano— una medida de fuerza de un sector determinado contra sus empleadores.

En ese encuentro al que llegó el presidente Biden para alegría de los sindicatos, dijo que a las empresas «les está yendo increíblemente bien» y que a los trabajadores también debería irles «increíblemente bien». También se expresó a favor de que recibieran parte de esos beneficios. Claramente, el presidente-candidato no busca ser un árbitro, sino que ha tomado posición en el conflicto. Tal vez quepa mencionar que el candidato demócrata sigue por lo menos 10 puntos por detrás de su competidor, el republicano Donald Trump, por lo que se especula que esta sería una acción de prensa para empatizar con un electorado que, en general, le fue esquivo.

Es importante considerar que la huelga podría afectar la producción de vehículos eléctricos, que son un pilar importante de las políticas de energía limpia con las que se embandera el presidente Biden, muy afecto a la Agenda 2030 y a todos los eslóganes del wokismo.

Desde el viernes último hay tres plantas paradas y el sindicato ya advirtió sobre una posible «amplificación» de la medida de fuerza. Joe Biden tiene una notable habilidad para amplificar los conflictos. Salvando las distancias, en el tema Ucrania hizo lo mismo: siendo el presidente del país más poderoso de la tierra no utiliza esa valiosa carta para mediar entre las partes, acercar posiciones y desinflar la tensión sino todo lo contrario a veces, como en este caso, contra sus propios intereses de campaña. El populismo puede más que el papel que le ha otorgado la historia.

En otras latitudes, Sammy Madhi, hijo de un refugiado iraquí y madre belga flamenca, quien fuera ministro de Migración y Asilo, se presentó en un popular programa de televisión de su país vestido como drag queen. Actualmente es presidente del Partido Conservador Flamenco, miembro del conglomerado democristiano europeo. El todavía diputado defendió su participación televisiva y dijo que lo hizo en aras de visibilizar lo que llamó «colectivos vulnerables». «Muchos derechos que creíamos adquiridos están siendo puestos en duda otra vez», aseguró.

Sus argumentos responden a que la pérdida de votos que padece su partido es capitalizada por las formaciones que él denomina de «ultraderecha». Madhi y la progresía europea están empezando a temer que la reacción adversa a la cultura woke, ya notablemente extendida, le ponga un «stop» al avance de la Agenda 2030 que corrió sola durante demasiado tiempo.

Estados Unidos y Europa vienen padeciendo estas políticas hace décadas. Occidente se relajó tras la caída del Muro de Berlín; entonces creyó extinguida la amenaza comunista y la izquierda aprovechó para desarrollarse en otros ámbitos.

América Hispana tampoco escapa a la tentación del populismo woke, una alianza novedosa y letal para las costumbres y tradiciones de nuestras naciones. Como suele ocurrir, los procesos se suceden con cierto retraso, de modo que la reacción contra tamaño adoctrinamiento no estaría todavía organizada. Las izquierdas aún gozan de buena salud a través de líderes como Lula De Silva, Gabriel Boric, los Kirchner, Maduro, Evo Morales, Díaz Canel o Pedro Castillo.

Recientemente, la prensa argentina festejó el fallo de un tribunal que recibió el reclamo de los padres de una niña de 11 años y obligó a una empresa de medicina a financiar el tratamiento de hormonización y todas las operaciones y medicación que requiera la menor con el fin de satisfacer su deseo de cambiar de sexo. Sólo se escucharon voces aisladas condenando la medida, entendiendo que una pequeña de esa edad carece de la madurez para tomar la decisión de realizarse un procedimiento de tanta trascendencia, cuya aplicación tiene consecuencias que son irreversibles.

Estas aberraciones siguen ocurriendo. Sin embargo, también empieza a registrarse una nítida resistencia a la imposición de modelos ajenos a nuestro estilo de vida. La lucha es despareja ya que todos esos movimientos cuentan con apoyo económico y poder mediático, muy comprometido con la difusión del globalismo.

Si bien el embate populista no cede, a diferencia del pasado en el que la inacción frente a sus postulados era absoluta, hoy se manifiesta una resistencia en diversos sectores, países y partidos políticos. Pero todavía no alcanza. El tablero sigue inclinado por eso es imperioso comprometerse en la defensa de los valores de nuestra cultura.

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