Que no digan de nosotros que tenemos ojos y no vemos. Veamos. La negociación de la lista unitaria de la izquierda en Andalucía, que se llamará algo redundantemente «Por Andalucía», y que, al final, reúne a Iniciativa del Pueblo Andaluz, Alianza Verde, Equo, Más País, Unidas Podemos e Izquierda Unida, nos deja lecciones evidentes que, a pesar de que están a la vista de todos, subrayaremos para que nadie diga después que no las vimos.
Aunque se llama la lista de la unidad, los órdagos han sido de infarto, los puñales por la espalda y las peleas hasta el último segundo. ¡Qué digo «último segundo»! Hasta más allá, pues Podemos y A.V. se han sumado más tarde del tiempo límite. Izquierda Unida, Más País y demás sí llegaron al borde del silbato. Es una lista de la unidad que transmite todo lo contrario, por dos razones: 1) estas tensiones que sólo se han superado por los pelos y 2) porque, de hecho, de la unidad se quedan fuera Teresa Rodríguez y también, por supuesto, el PSOE. Una unidad de la izquierda, pues, rota en tres, y por dentro.
Y eso sólo es lo primero. La tensión principal ha sido por ver quién lideraba ese grupo, si la escogida por IU, Inmaculada Nieto; si el preferido por Podemos, Juan Antonio Delgado. Mientras, la preferida de Más País se ha conformado con ir de cabeza de lista por Sevilla. Aunque parece que ha triunfado Nieto, han pactado la bicefalia, y actuarán de dúo Pimpinela en la campaña electoral.
¿Acaba todo ahí? Qué va. Encima, todo este jaleo ha estado azuzado por detrás por la rivalidad cainita entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias (a través de Ione Belarra), que —hablando de ojos— no se pueden ni ver. Además de la división, esto suma una descarada injerencia exterior a Andalucía, que contrasta por el autonomismo que nos quieren vender desde el mismo nombre de la marca.
Ese poner por delante el reparto de los puestos y del dinero es un síntoma muy preocupante del peso (perdido) que tienen los ideales y los programas en la política del siglo XXI
Tras esa apoteosis de personalismo, todavía han tenido mucho que discutir. ¿Por los programas? Oh, no, sino por el reparto de la piel del oso, que no han cazado ni de lejos. O sea, por los puestos pingües que van a copar cada uno de los miembros de la coalición por la unidad si llegaran (o llegasen) al poder. Éste a tal consejo, tal a cual comisión y así. Por si quedaban dudas, también han determinado las proporciones del reparto del dinero que emane de su representación política.
De programas, nada.
Como son antifascistas, pues ea, con eso les vale para ir tirando en los mítines y con el «Que viene la derecha, que viene la derecha». Si así más o menos sumasen con el PSOE y Teresa Rodríguez, ya sólo tendrían que repartir con (contra) ellos, porque los unitarios ya traen sus divisiones hechas de casa. Espíritu provisorio no se les puede echar en falta.
Y este es básicamente el espectáculo que nos han dado. Cierto que para las izquierdas andaluzas no augura nada bueno, si la gente con ojos en la cara —incluyendo sus potenciales votantes— sabe fijarse bien en todo el proceso. Yo, como no soy votante potencial de ninguno de los seis partidos finalmente unidos o urdidos en la marca «Por Andalucía», me fijo en otro detalle.
Necesitamos unos políticos interesantes y desinteresados. Vamos teniendo todo lo contrario: interesados y desinteresantes
La política se ha convertido en una de los grandes nichos de empleo en España. Porque ha crecido de una manera desproporcionada y también porque la economía privada se hunde inexorablemente. Ese poner por delante el reparto de los puestos y del dinero es un síntoma muy preocupante del peso (perdido) que tienen los ideales y los programas en la política del siglo XXI.
Creo que urge desmonetizarla con un programa muy serio de austeridad fiscal. Para aliviar a las rentas familiares de los impuestos requeridos para pagarles la fiesta (o la pelea); pero también para que en la próxima negociación de una lista de unidad no se hable tanto del metálico. Necesitamos unos políticos interesantes y desinteresados. Vamos teniendo todo lo contrario: interesados y desinteresantes.