Cualquiera que visite a Venezuela hoy, se topará con dos realidades: una minúscula pero poderosa clase económica que maneja cuantiosos recursos vinculados presuntamente a la corrupción, que ha construido “burbujas de prosperidad” reflejados en bodegones de exquisiteces, concesionarios de vehículos lujosos y centros comerciales del primer mundo; y la otra, que se pauperiza cada vez más junto a la antigua clase media que se ha comido sus ahorros descapitalizándose, vive de subsidios o migra.
El más reciente informe 2019-2020 de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, ENCOVI, nos arroja cifras devastadoras. “La intensidad de la pobreza continuó su tendencia creciente. Si se determina a través de la línea de pobreza, se encuentra que 96% de los hogares están en situación de pobreza y 79% en pobreza extrema, hecho que significa en el último caso que los ingresos percibidos son insuficientes para cubrir la canasta alimentaria”.
Así que, pese a toda la propaganda difundida sobre una supuesta normalización de la situación venezolana, la verdad es que la crisis se agrava cada vez más y la desigualdad social se profundiza.
El régimen de Maduro trata de convencer a la comunidad internacional que, luego de la instalación de la nueva Asamblea Nacional, el país se está normalizando. Falso. Veamos algunos ejemplos: De acuerdo al Observatorio Venezolano de Finanzas, la inflación acumulada y anualizada de Venezuela al cierre de 2020 fue de 3.713%, la más alta del mundo y, en los primeros días de este año 2021, la inflación mantiene el mismo comportamiento.
Las exportaciones venezolanas de petróleo crudo y productos refinados cayeron un 37,5% en 2020 a 626.534 bpd, el nivel más bajo en 77 años. La disminución fue aún mayor para las importaciones de combustibles, que retrocedieron un 51% en comparación con 2019, a 83,780 bpd, según los datos suministrados por Refinitiv Eikon. Lo cierto es que los venezolanos deben hacer hasta tres días de cola para poder llenar los tanques de sus vehículos.
El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, OVSP, en su más reciente levantamiento realizado en 12 ciudades del país durante los meses de octubre y noviembre de 2020, determinó que los servicios de agua potable y electricidad son los peor valorados (con 75,6% y 74,7% de calificaciones negativas, respectivamente).
Un 43,7% de las personas encuestadas que utiliza el método de recarga de bombonas de propano para cocinar, expresó que reciben los cilindros una vez cada tres meses o más. Mientras que un 54,0% de los ciudadanos encuestados valoró negativamente el servicio de telefonía móvil que recibe en sus equipos celulares.
Las cifras de la crisis son igualmente escandalosas en lo que se refiere a la salud, la educación, la seguridad ciudadana, el sistema carcelario, o la impartición de justicia; todo lo cual justifica que millones de venezolanos estén considerando migrar al exterior. Así lo revela un nuevo informe elaborado por la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que advierte que el número de refugiados y migrantes venezolanos podría ascender a 7 millones en 2021 “si los países de la región vuelven abrir sus fronteras y el régimen en Venezuela se mantiene”.
En cuanto a la oposición, ésta tampoco ofrece alternativas de solución a la injusticia social que se vive en el país. Está debilitada, dividida y manchada con casos de corrupción.
Guaidó cuenta aún con algún reconocimiento internacional bien como Interlocutor Privilegiado por Europa, o como presidente interino por USA y naciones latinoamericanas, pero no ostenta poder real y ha perdido apoyo popular. Leopoldo López, por su parte, intenta convencer a los venezolanos de sortear la crisis conformando un gobierno de coalición con chavistas y opositores, mientras Henrique Capriles, sugiere que hay que sentarse a negociar con el chavismo –obviando la docena de veces que se hizo en el pasado sin ningún resultado que no fuera mas tiempo para Maduro–.
La propuesta más atractiva, a mi entender, era la planteada por María Corina Machado, respecto a promover una actuación internacional para forzar la salida de Maduro aplicando la doctrina de Responsabilidad de Proteger a los Pueblos (R2P); pero su tesis fue rechazada públicamente por Elliott Abrams y por el embajador James Story. Con Biden en la presidencia de los EEUU, no le veo factibilidad alguna.
Urge, pues, presentar una nueva propuesta de transición en Venezuela, que, además de ser viable políticamente, tenga como principal objetivo resolver la crisis humanitaria. De lo contrario, el éxodo masivo de venezolanos desestabilizará toda la región, y creará las condiciones para que el marxismo bolivariano se extienda por América Latina y más allá.
En este sentido, quisiera hacer un llamado a la oposición decente que no está manchada por la corrupción ni por el colaboracionismo, aquella que no negocia con el régimen, ni participa en farsas electorales; para que elabore una propuesta de transición que sea aceptada por el pueblo venezolano, por la comunidad internacional y por las instituciones nacionales, como lo son los gremios, los sindicatos, las universidades, las academias y las iglesias.
En mi condición de periodista, no me corresponde orientar cómo debería ser dicha propuesta, puesto que se trata de una responsabilidad de los políticos; pero como ciudadana venezolana sí me parece obvio incorporar dos condiciones indispensables para una transición exitosa: la primera es que Maduro sea forzado a renunciar; y la segunda, es que los cubanos salgan de Venezuela y abandonen cualquier pretensión de seguir saqueando los recursos del país. En realidad se trata de una sola condición y no dos, porque Maduro es un agente cubano, y por tanto, no es él quien decidirá su renuncia, sino Raúl Castro.
¿Se puede lograr? Con suficiente presión diplomática y económica por parte de la comunidad internacional, es posible. La tragedia venezolana llegó con Chávez y los cubanos y solo con el rescate de la Soberanía Nacional, hoy en manos de la Habana, podremos iniciar el camino de la reconstrucción política, social y económica de Venezuela. La superación de la crisis humanitaria y la desigualdad social son urgentes.