«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Va con todo

27 de enero de 2025

Corren tiempos difíciles para quien figura en la portada del libro Manual de resistencia. A, como máximo, dos años del final de una legislatura cimentada en acuerdos con el golpismo diestro e izquierdista de Cataluña y con el mundo filoetarra y el del PNV, al que le ha puesto algo más que un pisito, acaso para bailar un último aurrescu, en la capital de Francia, las encuestas no ofrecen la reedición del apaño urdido por Sánchez en 2018 bajo la excusa de acabar con la corrupción del PP. Sometido a las inasumibles exigencias del secesionismo que España patrocina y que el PSOE coordina desde hace medio siglo, en alternancia con el partido de la gestión, el doctor sobrevive, semana a semana, a sucesivos chantajes e incluso a humillaciones como las que le procura el prófugo de la justicia española que él prometió traer para colocarlo ante los togados. Ni una mala palabra, ni un mal gesto para con el sedicioso protegido en el corazón de la Europa, por la que el hermano de David Azagra pasea el rosco de la Agenda 2030 como si de un detente bala progre se tratara.

La consigna, pues el principio de no contradicción no rige en la empresa radicada en Ferraz, es resistir, pues ya lo dijo Cela: «En España, el que resiste, gana». Y si en este caso, como en los anteriores, no gana, negocia, es decir, cede, es decir, se entrega, es decir, compra voluntades con el dinero de todos. Acorralado por la corrupción delictiva que, en cualquier caso, es menos grave que sus indultos y amnistías a los golpistas, Sánchez, que ya enseñó la patita cuando habló de la dependencia última de la Fiscalía de un Estado que identifica, en primer término, con su partido, y en último, consigo mismo, va con todo. Que un programa de entretenimiento lanza ácidas críticas contra su persona, contra «El Uno» —¿o acaso cabría llamarle «El Huno»?—, se ficha un cómico dócil y se le coloca en la franja de mayor audiencia de una Televisión Española cuyo Consejo de Dirección domina. Que los jueces no sentencian a favor de sus intereses, se orquesta, con los periodistas y las cadenas amigas, por subvencionadas, una campaña de descrédito del poder judicial. Y da resultado, pues hoy, gran parte de la parroquia socialista considera que los jueces, a pesar de que son mayoritariamente mujeres, son una panda de fachas y machistas recalcitrantes. ¿Solución?: una modificación del acceso a la carrera judicial de sesgo popular, que evite a muchos juristas el engorroso trámite de las oposiciones. A esta medida se le suma la limitación de la acusación… popular.

La estrategia colonizadora alcanza también a las grandes empresas, y a las que no alcanza se les hace una campaña de desprestigio. Recientemente le ha tocado el turno a Telefónica. Sánchez, repito, va con todo, y mal harían sus opositores en subestimarle, pues ha dado sobradas pruebas, aunque, probablemente, nos tiene guardada alguna más, de ser capaz de cualquier cosa para mantenerse en Moncloa. Apoyos, los de todo el frente secesionista, gran parte del poder económico y mediático, y una amplia red clientelar tejida durante décadas, no le van a faltar.

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